Cordobeses en la historia

El primer empresario que vistió a las mujeres con 'guerrera'

  • José Fuentes-Guerra Cañete destacó por sus notas académicas, innovó el comercio cordobés, humanizó la gestión empresarial y propició la presencia femenina en los cuerpos uniformados

ERA la época dorada de la Córdoba industrial del siglo XX. En torno a las pequeñas firmas locales, había hileras de hombres y mujeres camino de las fábricas con la Electromecánicas como locomotora. El proyecto de la calle Cruz Conde provocaba la expansión urbanística y, la consiguiente demolición del Café Suizo, la nostalgia de sus habitantes; sin embargo, abría un camino hacia la avenida de Canalejas (Tejares) donde la firma Fuentes-Guerra consolidaría su nombre. En 1927 su fundador, Enrique Fuentes Guerra, anunciaba "baterías de cocina y productos esmaltados" a "precios de fábrica" en San Nicolás, 16 como "sucesor de Carmen Torres, viuda de Vigueras, Madrid". El almacenista se había casado con Marina Cañete, hija de un constructor e importador de carbones, según las hojas sepias de alguno de los cuatro periódicos de la ciudad donde, el 11 de febrero de 1928, vino al mundo el tercero de sus hijos: José Fuentes-Guerra Cañete. Aquél día la Librería Luque vendía los primeros ejemplares de las Notas Cordobesas de Montis, y otro anuncio llamaba la atención a los "¡¡ Borrachos!!" asegurando que su "vicio puede estar curado en 8 días con polvos o licor Lavid". José González vendía 9 piezas para baño a 400 pesetas en Gran Capitán 19, cerca de las empanadas de salmón y pescada de la confitería Chastang. Ya habían nacido Enrique, Arturo y ahora José Fuentes-Guerra, en la casa familiar de la calle Caño (hoy Videoclub), antes de que sus padres se trasladaran a los Tejares donde llegarían Rafaela, Lola, Vicenta y Marina.

Los hijos mayores de aquel licenciado en Derecho y en Filosofía y Letras, que nunca ejerció de lo primero, comenzaban a formarse en la Escuela de Cultura Española (La Salle), donde José Fuentes-Guerra Cañete alcanzaría calificaciones de entre 9 y 10, incluida "conducta y disciplina" como testifican las cartillas de Bachillerato que conserva Encarnación Soldevilla, su viuda y madre de sus once hijos. El matrimonio se celebró tras casi tres años de noviazgo y después de concluir él las licenciaturas en Derecho y Economía en la Universidad de Deusto. Corría el año 1949; Enrique y Arturo habían completado estudios de Economía, Derecho y Mercantil, conformando los tres hermanos la sociedad anónima que, ya en 1930, se trasladó de San Nicolás a Canalejas, con artículos de ferretería y bazar al por menor. A la muerte de don Enrique Fuentes Guerra, en 1952, el negocio lo regentan los tres hijos y así permanecería hasta principios de los ochenta en que dividen esta sociedad. Para entonces, la impecable trayectoria profesional-empresarial, política y social de José Fuentes-Guerra lo había convertido en una de las personalidades más valoradas de su tiempo, una condición a la que sólo pudo hacer sombra su humanismo, sustentado en profundas convicciones católicas y en su devoción por la lectura. Fruto de su compromiso religioso fue la fundación, junto a Federico Díez y José Navarro, del colegio Alzahir, el primero del territorio nacional que siguió los dogmas de José María Escrivá. Para ello se eligió el chalet de El Cerrillo, propiedad de la familia Fuentes-Guerra. Pero sería en su faceta de concejal de Tráfico y siendo alcalde Antonio Guzmán Reina, cuando se alzaría como impulsor de la presencia femenina en los cuerpos de seguridad, convirtiendo a Córdoba, en mayo de 1970, en la primera ciudad española donde las mujeres vistieran uniforme. A las 10 primeras se sumaron otras tantas cuatro meses después, levantando la expectación y sorpresa de los medios de comunicación, y abriendo una brecha esencial en la plena incorporación de la mujer a los cuerpos de seguridad del Estado.

Viajero incansable, en constante formación y atento a las innovaciones -desde Estados Unidos a Japón, sin obviar numerosos países de Europa- importó ideas renovadoras, siendo uno de los pioneros del asociacionismo empresarial. Junto a otros históricos del pequeño comercio cordobés, como José Calzado, fundó la antigua Apepmeco que tuvo en él y en su compañero Rafael Prieto, un sello peculiar de distinción, honradez y buen hacer.

Reflejo de este carácter innovador era también la empresa que representaba, pionera en la escucha para clientes de discos de vinilo, mucho antes de la llegada de éstos a la antigua Galerías Preciados. Para entonces, el negocio estaba dividido entre la calle Cruz Conde y Ronda de los Tejares, donde su nombre sigue mencionándose por el pueblo, en una parada de autobús que se borró oficialmente. De aquellos pequeños almacenes, que no eclipsaron las grandes superficies, se jubiló a los 65 años, sin abandonarlos del todo, como no dejaría su preocupación por la asociación gremial que había creado en la segunda mitad de la década de los setenta. Y casi hasta el último día anduvo ocupado en ambos, hasta el 23 de diciembre de 1999 en que murió. Lo enterraron un día de lluvia en San Rafael, después de un sepelio sentido y multitudinario en San Nicolás. Al día siguiente, cada uno de sus hijos recibió el regalo de la noche de Navidad: un libro de poemas clásicos, sencillos y exquisitos, como la personalidad de este empresario, atípico para su tiempo y su ciudad.

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