Cordobeses en la historia

El médico de reyes cordobeses que nos legó el 'Dioscórides'

  • Hasday Ibn Saprut vino de Jaén, se instaló en Medina Azahara y, convertido en el médico del Califa, alcanzó la máxima posición cultural y política que ningún judío lograra en Occidente

Abu Yusuf Hasday ben Isaac ibn Saprut había nacido en el año 915, según Amador de los Ríos, o cinco años antes, a decir de otros biógrafos. Uno de ellos, Moseh Ibn Ezrá asegura que "el lugar de su origen fue Jaén y el de su grandeza Córdoba". Hasta aquella tierra de olivas llegó su familia, tras ser deportado el abuelo Esdras desde Jerusalén. Su padre, Isaac o Ishaq, fue considerado el primer mecenas judío de la edad de oro de esta cultura en la Península, aunque eclipsado por el hijo, Hasday Ibn Saprut. Y dice de ambos Rafael Cámara Expósito -citando a su vez a Graetz- que el padre "era rico, liberal y en cierto grado un mecenas; su hijo heredó de él el amor a las ciencias y el digno empleo de la riqueza". Como él, fundó sinagoga en Jaén y destacó, a pesar de su juventud, antes de venir a Córdoba.

Apenas nada se sabe de la madre, salvo que la veneraba hasta el punto que a su muerte, acudió al secretario que lo fuera también de su padre, el poeta Menahem ben Sarup, para que le escribiera una elegía, la única referencia que la investigadora y profesora Díez Bedmar ha hallado: "…Acuérdate además, señor mío, de la noche del llanto,/ en la que expiró mi señora, tu primogenitora". Tampoco entre las páginas de las bellísimas novelas que inspiró (Los Cipreses de Córdoba de Yael Guiladi o El calendario de Córdoba, de Ives Ouahnon, entre otras) se aclara el origen, aunque la nombran como granadina.

No está fechada la llegada de este médico a la corte de Medina Azahara. Según una leyenda que inspiró a poetas y novelistas, una picadura de víbora sufrida por Abderramán en tierras jiennenses fue curada por un antídoto del padre de ibn Saprun, siendo reclamado para el puesto de médico del califa. La teoría tiene sentido: conociendo el pánico del Omeya al envenenamiento, los compuestos contra los venenos o triaca, hallados probablemente en el Dioscórides, debieron ser decisivos, como quizá lo sea este médico para que el símbolo de la víbora, como distintivo de la farmacología y la medicina, llegara de origen a nuestros días.

En Córdoba ibn Saprut fue jefe de Protocolo y de Aduanas, puesto desde donde se barajaban las partidas presupuestarias más sustanciosas; también secretario de Cartas Latinas, res kalla o dignidad suprema después de Gaón, y un diplomático excepcional. Como tal evitó un grave conflicto con el emperador alemán Otón I, cuando tras enviar una carta de insulto a Mahoma, respondiendo a otra ofensa que contra los cristianos habían llevado a cabo al-Nasir, contactó con su homólogo, el Abad Juan de Goritz y entre ambos limaron asperezas.

A las gestiones de protocolo ibn Saprut debe Abderramán III la paz con Suñer, señor de Barcelona, y la progresiva adhesión del resto de los nobles de allí, así como la conocidísima recepción de la embajada de Constantino que agasajó al califa con el valiosísimo Tratado Médico de Dioscórides, regalo que le otorga confesándole la imposibilidad de ser traducido salvo por un conocedor de lengua griega y de los fármacos. Sólo ibn Saprut podía hacerlo con ayuda del monje Nicolás, que lo interpretó del griego al latín, retomándolo él del latín al árabe. Esta complicada traducción, según los expertos, representó el renacimiento de la farmacología en Al-Ándalus y por extensión al resto de Occidente. Para su misión se sirvió de su condición de políglota -dominaba el árabe, el latín, el hebreo y el romance- y de sus grandes conocimientos en materia de medicina y farmacología.

Otra fuente de inspiración novelística es la crónica que cuenta el viaje a Córdoba de Sancho I de León. Tras ser depuesto del trono, busca en Pamplona a su abuela, Tota Aznar, quién recurre a su vez a Abderramán, para recuperar el trono y curar al nieto, conocido por Sancho El Graso e imposibilitado por su enfermedad. La doble condición de médico y diplomático hace de ibn Saprut el encargado de curarlo haciéndole recorrer el camino entre Pamplona y Córdoba a pie.

A la muerte de al-Nasir siguió ocupando su puesto de médico a las órdenes de Alhakem II. Y, siendo ya Príncipe de los judíos de Al-Ándalus y de una buena parte de la futura Europa, creó una ¡ruta alternativa a la de la Seda, al tener conocimiento de la existencia del Imperio Jázaro. Hasta allí envió emisarios, estableció contactos y el rey judío Yosef, dueño del actual Astracán ruso, le otorgó mayor categoría que a sí mismo, nombrándole Cabeza de la Golá.

Ninguno de los investigadores o ensayistas determinan el lugar de su muerte, acaecida en 975.

Algunos poetas y novelistas reconducen sus días finales hasta Elvira, convirtiendo el manto níveo del Mulhacén en cálida nirvana de re encuentro con los orígenes maternos.

El Médico Judío de Córdoba tiene una calle junto a la muralla del Alcázar Viejo, también en Jerusalén y su Jaén natal, donde profesores, investigadores y miembros de asociaciones culturales siguen rescatando y dignificando su obra y su memoria.

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