Córdoba

Aquel 20 de mayo en Carlos III

  • Los autores materiales del atentado terrorista en Córdoba, Maite Pedrosa, Mikel Azurmendi y Asier Ormazábal fueron condenados a penas de prisión que superan los 340 años para cada uno de ellos

Hasta 1996 Córdoba estaba acostumbrada a recibir los féretros de los cordobeses que morían asesinados en atentados etarras en otros lugares de España, fundamentalmente el País Vasco. La ciudad supo el 20 de mayo lo que era vivir en directo una acción de la banda terrorista ETA, con sus inseparables señas de identidad, como el inconfundible sonido de la explosión, la nube de humo, las sirenas, las zonas acordonadas y un cuerpo en el suelo.

El alcalde de la ciudad en aquel momento, Rafael Merino, señala que todavía recuerda el atentado de Córdoba cada vez que pasa por Carlos III. Fue de los primeros en acudir a la zona, cuando todo era confusión y poco a poco se iba reconstruyendo lo ocurrido. El comando Andalucía había colocado un explosivo de amosal en un contenedor situado junto a los primeros inmuebles de la avenida. Maite Pedrosa, Mikel Azurmendi y Asier Ormazábal habían preparado dos bombas más con un total de 200 kilos de explosivo que escondieron en unos vehículos robados aparcados a escasos metros del lugar del atentado y que pudieron haber provocado una auténtica tragedia en Córdoba. Merino recuerda aún que pasó "mucho rato" al lado de estas bombas antes de que fueran detectadas y explosionadas por los artificieros ya en la noche de ese día. "Tuvimos la cabeza fría y no consiguieron el objetivo con los coches trampa de llevar a cabo una masacre en Córdoba", rememora el exalcalde. Pese a esto, Merino no olvida "el valor y el sufrimiento de toda la ciudad, especialmente de la familia del sargento Ayllón y de los vecinos de Carlos III".

El primer explosivo, el del contenedor, estalló alrededor de las 07:30, cuando junto a él pasaba un autobús que trasladaba un grupo de militares a la base de Cerro Muriano. El vehículo se vio afectado de lleno por la deflagración que se llevó por delante la vida del sargento Miguel Ángel Ayllón.

En ese momento la ciudad vivía precisamente un relevo al frente del Gobierno Civil, puesto que tras la victoria en las elecciones generales del Partido Popular se estaban renovando todos los responsables del Ejecutivo central. Aquella misma mañana, precisamente, se celebró en Sevilla la toma de posesión de los gobernadores civiles andaluces y tras el acto José Antonio Linares viajó rápidamente a Córdoba para pisar el terreno de la avenida de Carlos III, lleno aún de cascotes y restos del atentado, antes que su propio despacho en Conde de Vallellano.

Dos días antes del atentado, el sábado 18 de mayo, había tomado posesión como nuevo obispo de Córdoba Javier Martínez, quien tenía convocada una comparecencia pública para hablar de su llegada a la Diócesis y que se fue al traste, pues se sustituyó por una rápida valoración del suceso, puesto que los medios de comunicación estaban centrados en todo lo que ocurría en torno al lugar del suceso.

Por la noche fueron localizados los dos potentes explosivos y su deflagración se escuchó en toda la ciudad. En 1999 fueron juzgados Mikel Azurmendi y Maite Pedrosa y condenados a 339 años de prisión. Asier Ormazábal se sentó en el banquillo en 2004 y recibió la pena de 351 años de cárcel.

La vida de la ciudad había quedado trastocada por completo. Córdoba estaba inmersa en pleno mes de Mayo Festivo y a partir del día 20 ya nada fue igual. La Feria de Nuestra Señora de la Salud de aquel año estuvo marcada por la barbarie terrorista. El hecho nunca quedó en el olvido y la glorieta de Chinales se convirtió en un lugar en el que conmemorar su memoria. La Hermandad de San Rafael, con el respaldo de los vecinos de la zona, propuso que la misma llevase el nombre del sargento asesinado y hace unos años accedió el Ayuntamiento a esta pretensión.

Las instituciones se volcaron en atender a todos aquellos que habían sufrido algún tipo de daño en sus viviendas a causa de las explosiones y los cordobeses se hicieron una piña. A los pocos días se convocó una manifestación en la misma avenida de Carlos III cuya asistencia se cifró en 50.000 personas. La Feria de la Salud ya estaba en marcha, pero la ciudad acudió de forma masiva, portando claveles blancos, para clamar por una paz que ahora ha llegado.

Pero éste de Carlos III no fue el único atentado etarra que sufrió Córdoba aquel año. Sólo 78 días después del asesinato del sargento Ayllón una llamada alertaba de la colocación de una bomba en el Parador de La Arruzafa dentro de la campaña de la banda terrorista de desestabilizar el sector turístico a través del miedo. Una mochila fue localizada junto al monolito que recuerda a Abderramán I y su potencia era escasa. Fue un "quiero y no puedo", en opinión de Merino.

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