Cuando se solicitó la presencia del presidente Rajoy en la Audiencia Nacional para que declarase como testigo el objetivo principal -quizá el único- era conseguir una foto. Rajoy delante de los jueces. Una imagen que quedase en el subconsciente colectivo, "Rajoy en el juzgado, algo habrá hecho para que lo llamen". Esa foto era la clave y la machacona repetición de la imagen en las televisiones haría el resto. La idea, consideraciones éticas -que no parecen formar parte de las prioridades en la agenda del sanchismo-podemismo- aparte, no parecía mala; aviesa, desleal y opuesta a la mínima lealtad institucional, era ciertamente bastante buena para su único fin, acabar con el PP. Es difícil salir bien parado ante la opinión pública de esa situación, pero el presidente del Gobierno lo consiguió.

La soberbia no es nunca buena compañera de viaje. Es una pésima consejera y conduce en la mayoría de los casos al error mayúsculo. Con soberbia y nulo respeto a la figura presidencial se condujeron algunos de los letrados -¿enviados desde Ferraz?- para tratar de acorralar a Rajoy. Pincharon en hueso. No sólo porque demostró ser más ágil, rápido e ingenioso que los interpelantes, que también, sino porque la verdad, que es la mejor de las compañías y acostumbra a ser imbatible, estaba de su parte. La buscada imagen de un presidente mendaz, titubeante y cómplice de la corrupción se convirtió en la contraria. Sólido, creíble y presidencial.

Decir que en el PP ha habido, seguramente hay y muy posiblemente habrá corrupción es una perogrullada. Es claro que es así. Tanto como que ha ocurrido y, casi seguro, ocurre y ocurrirá en los demás partidos. No pretendo caer en el "y tú más" que nada aporta. Pero siendo justos se debería reconocer que desde el Gobierno presidido por quien tuvo que declarar el miércoles pasado se han impulsado multitud de medidas legislativas para luchar contra esa lacra, se ha respetado la independencia judicial y se ha promovido todo tipo de investigaciones: todo ello ha conducido a la cárcel a numerosos antiguos dirigentes populares, que manchan la imagen de un partido al que votan millones de españoles. No, el PP no es una "organización criminal" como alegremente dicen algunos: es una organización digna y respetable de la que algunos criminales se han aprovechado. Criminales que ofenden a quien dirigen y confían en ese partido y contra los que se lucha sin cuartel. Pero lo importante no era eso, era la foto…

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