Miro la ciudad desde un punto privilegiado de la sierra de Córdoba. Hace frío y sol, apenas un puñado de nubes blancas. A la izquierda, en la falda de la montaña, se adivinan unos arcos. Los de la ciudad milenaria repleta de historia y leyendas. El pasado jueves la alcaldesa de Córdoba, Isabel Ambrosio, en un acto repleto de instituciones que firmaron su adhesión a la candidatura, realizó un llamamiento a la complicidad de la sociedad civil. El patrimonio es una seña de identidad de esta ciudad. Cierto. Un reto renovado en busca de un nuevo reconocimiento de la UNESCO. La Junta de Andalucía anunció nuevas inversiones que vendrán a sumarse a las previstas por organismos internacionales. La Diputación Provincial se compromete a la mejora definitiva de los accesos. Buena cosa es asistir a consensos tan relevantes. Será que vamos aprendiendo que cuando sumamos somos más.

Aquella ciudad, levantada como centro de poder del Califato, proclamado por Abd al-Rahman III, abre la época de mayor esplendor de Al Ándalus. La Washington del siglo X en Occidente. Así es explicada. El cuidado protocolo que monarcas y emisarios procedentes de otros reinos debían sortear hasta llegar a ser recibidos de forma deslumbrante por el califa.

Pero con una perspectiva actual Al-Zahra cobra otra dimensión. La medina también representa un sueño, un símbolo, incluso un conjunto de ruinas, al que cantaron varias generaciones de poetas. La melancolía de lbn Zaydun en los versos dedicados al recuerdo de los momentos compartidos con su amante Wallada en los jardines de la ciudad palatina. Las lágrimas de Al-Sumaysir al contemplar las ruinas de lo que un día fue. Nostalgia y dolorosa perdida que resulta representativa de buena parte del mundo islámico en el siglo XI. En el XIX, la idealización del Romanticismo. En el XX, Cántico y sus poetas cercanos, probablemente atraídos a la historia por Juan Bernier. Como muestra, el poemario Elegía a Medina Azahara de Ricardo Molina. Quiñones en su poema dedicado a Pablo García Baena. Mahmud Sobh, compartiendo el anhelo de los poetas andalusíes. Los novísimos, a través de Antonio Colinas o Luis Antonio de Villena. Antonio Gala… La lista es interminable. Creo que el elemento poético, como su proyección en otras artes, queda en ocasiones fuera del discurso de una ciudad con un potencial simbólico y una capacidad evocadora que ha mantenido viva la inspiración y la creación a lo largo de los siglos.

Vuelvo a mirar y no puedo evitar una sonrisa. Recuerdos. Cosas mías. Como escribía el poeta "No perdamos el tiempo en esa hostilidad". Hay que continuar el camino.

https://youtu.be/_TzhCp9HNz8

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