Pepe y El Caballo Rojo

Fue un gran embajador de Córdoba y su provincia hasta el final, rescatando del olvido la cocina mozárabe

Pepe, Pepe el del Caballo Rojo, ha fallecido esta semana que hoy termina. Un gran hombre, enamorado de su ciudad y al que ésta tendrá que tributar el homenaje que se merece. Un precursor, un pionero, al que conocí cuando organizó la cena de mi boda y, sin conocernos de nada, nos trató como los mejores clientes de su casa. Lo que hoy conocemos como "marca Córdoba", esa preciosa ciudad amable, humana y cálida que gozamos y que vendemos por eso y por sus valores artísticos, patrimoniales, culturales y gastronómicos tendrá para siempre una deuda con él: como cariñosa y acertadamente dijo la consejera de justicia y antigua alcaldesa Rosa Aguilar homenajeándolo, es de las personas que logró que los cordobeses comenzasen a creer en sí mismos. Y no lo hizo en tiempos fáciles.

Son muchos sus méritos, todos destacados en estos días. Fue en primer término un visionario y un aventurero, que adivinó como pocos por donde discurriría el futuro de la ciudad y su oferta turística, anticipándose al mismo. Fue también un trabajador infatigable prácticamente hasta el día de su muerte, siempre al pie del cañón, ejemplo para todos: su presencia en el negocio era una constante, dispuesto a cualquier menester, desde el saludo al más relevante de los clientes hasta la labor menos brillante y más sacrificada. Fue un emprendedor, esa palabra tan de moda hoy, de primer nivel y jamás cedió a la pereza ni consintió acomodarse en su atalaya: siguió creando siempre, generando riqueza, creando empleo, haciendo Córdoba hasta el final, fiel a su origen humilde y dispuesto a ayudar al débil. Fue, claro, un gran embajador de Córdoba y su provincia hasta el final, rescatando del olvido la cocina mozárabe a la que dio la difusión que merecía y lo convirtió en el hostelero innovador y de referencia que fue toda su vida. Y fue sobre todo una buena persona, el mejor de los títulos posibles.

Su multitudinario funeral fue un impresionante reconocimiento a todos estos valores y constituyó la foto final del reconocimiento merecido y unánime a su figura, el tributo a una vida de trabajo, abnegación, buen hacer y éxito. La Córdoba del futuro debemos construirla entre todos sobre esos valores, mirando en la misma dirección, orillando y abandonando polémicas estériles que contribuyen únicamente a separar y a restar y procurando batir a lo que él consideraba uno de los peores enemigos de la ciudad, la apatía. Descanse en paz.

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