El frustrante resultado de las elecciones catalanas consecuencia de una demencial ley electoral que privilegia el valor del voto de unos ciudadanos frente al de otros, de su precipitada convocatoria que hizo imposible la desactivación de elementos de propaganda golpista así como de una torpe gestión de la comunicación y de los acontecimientos hasta el referéndum de infausto recuerdo el uno de octubre -inevitable volver a pensar en que dado que no se iba a impedir su celebración el uso de la fuerza era contraproducente- plantea varias incógnitas.

Aparte de la principal acerca de si los independentistas, con un 47 por ciento de los votos pero con la mayoría absoluta de los escaños, van a renunciar a la senda de la unilateralidad y a aceptar el cumplimiento de la ley, el resultado electoral plantea el futuro del centro y del centro-derecha español, el liderazgo del mismo y la posibilidad de que se produzca un efecto contagio desde Cataluña que ante el evidente cansancio del PP ponga en duda su hasta hoy indiscutido papel de actor principal y referente electoral de quienes no son de izquierdas.

Por supuesto los resultados catalanes no son extrapolables al conjunto nacional, pero sí marcan una tendencia al alza de Ciudadanos: no reconocer esa realidad sería no sólo falsearla sino también incurrir en una grave irresponsabilidad. Imputar a Inés Arrimadas, una candidata formidable, y a su apelación al voto útil la culpa del rotundo fracaso del PP es mendaz y oportunista. Ciudadanos ha hecho mejor los deberes en Cataluña y así hay que reconocerlo, y tan legítimo fue reclamar como útil el voto al PP en las generales como freno a podemitas como éste a C's para frenar a los secesionistas.

El PP tiene que hacer una reflexión intensa sobre lo ocurrido y abordar un cambio radical. Sus problemas de comunicación, singularmente en la explicación de la lucha contra la corrupción, la sensación de partido poco permeable a todo aquello que no forme parte de la estructura partidista en el que prima más el mérito de la cercanía al líder que el mérito personal y el escandaloso alejamiento de los jóvenes dibuja un panorama preocupante, y no abordarlo puede conducir a una crisis profunda.

Leía hace unas semanas un inteligente artículo que planteaba la siguiente pregunta: cómo es posible que en dos comunidades autónomas con elementos identitarios propios y con pulsión de partidos independentistas, Galicia y Cataluña, se produzca el fenómeno de que en la primera el PP arrase, obtenga mayoría absoluta y Ciudadanos sea irrelevante y en Cataluña ocurra lo contrario. No perdamos de vista a Alberto Núñez Feijoo: Quizá él encarne las soluciones a los problemas antes apuntados: así lo creo.

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