Es verde. Muy verde. Y tiene un sabor peculiar. Para ser verdura, verde verdura, sabe curioso. No es como la hoja de lechuga o como los cogollos pequeñitos en paquetes de a tres, que solo saben como el agua, más que nada. El brócoli, también brécol, es distinto. Vale, pues bienvenido al mes brócoli. El brócoli lo tiene todo. Es una hortaliza de hoja peculiar, que aporta un montón de vitaminas, resulta que es antioxidante, viene bien como anti-inflamatorio natural y tiene mucha fibra, importante, y casi ninguna caloría, poco más de treinta por cada cien gramos: total, en un cuarto de paseo rápido, consumidas. Además, sacia. Completo.

Nos lo tenemos merecido. Después de tanta fiesta, que saben a poco hasta que empiezan a estragar el estómago y la moral, no puede esperarse otra cosa que una voluntad depurativa que nos reconcilie con nuestros biorritmos, absolutamente majarones estos días. Y si esa voluntad depurativa no supera el umbral de los buenos propósitos, pues tampoco hay de desesperar. Quien dice brócoli, dice brócoli con pechuga de pollo a la plancha. Lo importante es el cambio de actitud, creérselo, querer cambiar, saber que podemos...

Conforme vaya avanzando este mes de limpieza vital, es posible que descubramos que las cosas no son muy distintas a como las dejamos, el lejano año pasado. Seguiremos con los mismos atropellos y las mismas cadencias. Es bastante improbable que abandonemos la sana y obligada costumbre de abrir la persiana a las seis y perjudicar nuestro organismo, inconscientemente preparado para no hacer nada que se aparte del disfrute, con una somanta de obligaciones profesionales, compromisos personales y demás chorradas esenciales que nos separen de nuestra vocación, naturalmente, hedonista. Así las cosas, no te arrepientas si cuando te toque el buen brócoli, te separas un poco y le pones, antes del verde, unas poquitas aceitunas, verdes también o negras, total, ya puestos, con su copita de vino. Todo las cosas con mesura, también el brócoli.

Antes de que te percates, habrás atravesado el mes. Y te verás navegando por el loco febrero, aventando marzo, mojado de lluvia, ojalá, en abril, festejando mayo, recogiendo notas en junio, cociéndote como un centollo en julio, al remojo caro de agosto, abriendo el curso otra vez en septiembre, de perol en octubre, con el Tenorio en noviembre y colocando árboles y bolas en diciembre. Feliz Navidad y próspero año. Para entonces, desde mucho antes, el brócoli formará ya parte de tus vicios escondidos, tan escondidos que será muy difícil pillarte en medio de la faena, ocultando el disfrute encendido de engullir, presa de la gula verde, un trozo de elegante brécol al vapor con jugo de limón. Y sé que disimularás tu adición con un plato de callos. Desde ya, bienvenido a la realidad, culpable.

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