A una semana de la jornada en la que se renovará el Parlamento de Andalucía y que puede traer el cambio en la presidencia de la Junta después de casi 40 años de poder socialista, una de las ideas a la que se apela una y otra vez es a lo útil: el voto que se encauza hacia ciertos partidos, los hasta ahora mayoritarios, lo es mientras que el que se orienta en dirección a otros se pierde, no sirve para nada o directamente contribuye a lo contrario de lo que, en principio, puede perseguir ese votante. Es verdad, pero no toda la verdad.

Aunque no ofrece dudas el hecho de que con la ley electoral vigente en España, y la aplicación del sistema ideado por el señor d'Hont, la dispersión del voto entre distintas opciones partidistas dentro de cada uno de los espacios ideológicos determina la pérdida de escaños para ese bloque, quizá sea necesario plantear qué está entendiendo como útil una buena parte de los votantes andaluces, de ser razonablemente certeras las encuestas y de concretarse la sensación que la afluencia a algunos mítines está generando.

La utilidad del voto está en función del valor y del efecto que el mismo puede tener. Se tiene una evidente sensación de utilidad cuando se elige una papeleta de un partido político que no sólo dice, algo inevitable en campaña, aspirar a gobernar, sino que tiene opciones reales de ello. Pero esa sensación de utilidad se puede tener en otros casos. La crisis de las instituciones, la falta de credibilidad de sectores importantes de la clase política, comportamientos tan poco edificantes para la calidad democráticas como el pacto contra natura, por fortuna descarrilado, relativo a la renovación del Consejo General del Poder Judicial, traslada en el ánimo de muchos la idea de que lo útil es decir basta ya, así no o intentar trazar líneas ante el avance en la ocupación de espacios por el adversario. Nos guste más o menos, y a mí me gusta bastante poco, esa es la utilidad en el voto que parecen estar buscando muchos andaluces y tal realidad no debe eludirse.

Apelar a esa genérica idea del voto útil puede resultar contraproducente, precisamente porque, para suerte del susanismo, ya no existe un concepto unívoco de lo que lo es útil y de lo que deja de serlo. Pese a que el desplome del partido gobernante será intenso y la opción de una alternativa de signo contrario puede estar, paradójicamente, más cerca que nunca, no se está consiguiendo hasta hoy -quedan siete días de campaña- convencer a muchos de ello. Y esa opción, expulsar a los socialistas del poder, existe: si nos convenciésemos de ello, y lo actuado por quienes aspiran a ello se compadeciese siempre con lo prometido, con seguridad la idea de lo útil sería la que nos venden.

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