El retorno

Diga lo que quiera Theresa May, nadie sabe si retornaremos al ayer de la ilusión o al de la sangre

Gran Bretaña inició ayer el camino de vuelta hacia su arrogante e histórica soledad de isla con pasado imperial y cierta tendencia autofelatoria. Y lo hizo, como resulta razonable, dividida, con una parte del país más antañona y básica brindando con cerveza por el retorno imaginario a las esencias y con la otra temiendo los efectos de una decisión que los deja aún más insulares de lo que son, dependientes ahora del trumpismo y sus promesas. "No habrá punto de retorno", dijo para ponerle el broche solemne y caduco Theresa May, que es la quintaesencia lacia de todos esos que piden referéndums sólo cuando les interesa y que se creen que tienen el control de lo que va ocurrir, como mínimo, en los próximos 478 años. Suerte pues para la señora May y sus fieles, y ninguna lágrima porque, como ya se ha dicho alguna vez aquí, tal vez la salida de Gran Bretaña, que siempre fue rémora en el proceso de integración europeo, sea la espita que necesitaban los cuatro grandes de la UE continental para caminar hacia una auténtica unión social y política que vaya mucho más allá del cambalache económico que hasta ahora se forjó. El futuro tampoco en esto está claro, pues vivimos tiempos de escasas claridades, pero si las elecciones en Francia y Alemania siguen los pasos de lo vivido, por ejemplo, en Holanda, puede que en apenas unos meses se dé el contexto preciso para dejar atrás esta larga etapa de zozobras y cobardías que ha dejado el prestigio de la UE hecho un ropón. O eso o, claro, lo contrario, que pasa por el derrumbe de una organización que, lo niegue un lepenista galo o lo niegue un podemita de nuestro entorno, ha llevado a Europa al mejor momento en cuanto a progreso e integración de su larga y sangrienta historia. Blanco o negro, el futuro, aunque lento, se aproxima y, al contrario de lo que dice el oráculo de May, se adivina niebla en el horizonte y nadie sabe si retornaremos a la ilusión de avance y paz o si retornaremos al archiconocido ayer de la rivalidad y la sangre. Retorno siempre hay, aunque no se pueda tener seguro si retornar es malo o bueno. A veces en la vida uno retorna a casa y a veces retorna a la trinchera.

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