Tinta y borrones

El récord de turistas

Surgen dudas de si los buenos datos turísticos con consecuencia de una buena gestión municipal

Las estadísticas de coyuntura hotelera se cuentan cada mes por récord en la provincia. Al parecer ya hemos superado el millón de visitantes, esa barrera simbólica que significa que somos uno de los grandes destinos españoles, según esos ránking en los que se premia más la cantidad que la calidad. Hay más viajeros, más pernoctaciones, todo va al alza y parece que nunca tenga fin. Habría que valorar cuáles son las causas de estos buenos datos turísticos, aunque lo principal sería determinar si es bueno que venga más gente, así, sin más. Córdoba se beneficia de unas conexiones que hacen todo el trabajo de difusión por sí solas, con un AVE a poco más de una hora de Madrid y autovía a prácticamente toda Andalucía. Tiene, además, un patrimonio que se vende por sí solo con la Mezquita como punta de lanza y una gastronomía cada vez más conocida. Es un destino económico en una época en la que el ahorro es uno de los criterios que se tienen en cuenta para planificar una escapada o vacaciones. Viajar se ha convertido prácticamente en una de las necesidades básicas que todos los seres humanos deben tener cubierta para poner freno a una rutina estresante, para enriquecerte como persona o para conocer otros lugares y otras gentes.

Todo esto es más que suficiente para haber hecho a Córdoba una ciudad de récords turísticos que, por otra parte, está muy por debajo de su potencial si se juzga su patrimonio cultural y artístico, así como su situación privilegiada. Es por eso que surgen dudas de dónde se ven aquí los resultados de la gestión turística municipal -de éste gobierno y de los anteriores- que no ha hecho nada más que dejarse llevar por una tendencia positiva. Hemos estado un año para disolver un Consorcio de Turismo -que destinaba el 80% de su presupuesto a pagar nóminas- para convertirlo en un nuevo instituto. El plan de captación de eventos para el nuevo Centro de Exposiciones, Ferias y Convenciones (CEFC) -que sí impulsaría a un turismo estable y de alto poder adquisitivo- sigue en el aire y el edificio va camino de convertirse en otro equipamiento sin contenido. Por no hablar de las infraestructuras pendientes y del riesgo de acabar con la vida en el casco histórico. Pero mientras los números vayan bien, no hay por qué preocuparse.

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