El pelón

Hay gente que todavía tiene esperanzas puestas en Europa o en una reacción popular. Naranjas de la China

Hasta dónde será capaz de llegar Sánchez?, nos preguntamos en una comida de Navidad. La conclusión no parece muy optimista. Hay una masa social que resistirá todo lo que haga falta –y aún más– porque está alimentada por ese cóctel ideológico hasta ahora indestructible formado por feminismo, ideología LGTBI, ecologismo, nacionalismo periférico y activismo social. Y si le añadimos una gran masa de jubilados que lo votarán sin problemas mientras siga subiendo las pensiones y de empleados públicos que lo seguirán votando mientras haga todo lo que sea por mejorar sus salarios y sus condiciones laborales (ya de por sí muy ventajosas), el resultado se parece mucho a un bloque imbatible. Por supuesto que este bloque sólo podrá mantenerse en pie si es posible prolongar la política de gasto público descontrolado, pero de momento parece que la cosa sigue siendo posible. Todo se paga, que sepamos, con cargo a la gigantesca deuda pública, pero hasta ahora queda dinero y los hoteles y los restaurantes están llenos. Por ahí no hay problema.

Luis Cernuda contaba que su padre, el día de su bautizo, siguió la vieja tradición sevillana de arrojar monedas desde el balcón para que los niños y los invitados a la fiesta fueran corriendo a llenarse los bolsillos. Esa costumbre, llamada “el pelón”, era una forma de asegurar la autoridad y el prestigio social del padre de familia. Y Sánchez, mientras quede un último céntimo de dinero público, seguirá practicando esa vieja tradición desde el balcón de la Moncloa. Ya vendrá el llanto y el crujir de dientes cuando se agoten los recursos públicos y la economía entre en bancarrota, pero ese día él ya no estará ahí para comerse el marrón.

Hay gente que todavía tiene esperanzas puestas en Europa o en una reacción popular. Naranjas de la China. Europa no moverá un dedo. Y la reacción popular no conseguirá nada mientras el bloque de beneficiados por la política de Sánchez siga siendo irrompible. Por ahora no hay ningún indicio de que eso vaya a cambiar, o sea que los que temen las mentiras descaradas y el asalto imparable a todos los resortes del Estado que está llevando a cabo el sanchismo lo tienen –lo tenemos– muy crudo. Lo único que podemos hacer es aplicar el remedio infalible del protagonista de 1984, la novela de Orwell: hay que aprender a amar al Gran Hermano. En ello estamos.

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