Tinta y borrones

El patio de Anita

No se lo he dicho a mi madre, pero me encanta que ponga nardos en la escalera porque me recuerda a mi abuela

Dentro de una semana Anita abrirá las puertas de su patio, en la calle Tinte, 9, a apenas 20 metros de mi casa y uno de mis rincones preferidos de Córdoba. La presentación de la guía editada por el Día -que los lectores recibirán completamente gratis el domingo- me ha hecho recordar el patio de Anita, sus flores enraizadas hasta en tapones de botella porque "a mí todo me agarra", el olor a azahar de su naranjo, la paz que transmite ese espacio de Santiago. Creo que le tengo tanto cariño porque me recuerda a mi abuela. Ella también se llamaba Ana -Anita la llamaban algunos- y tenía un patio lleno de flores a las que cuidaba como hacía con sus nietos. Mi abuela es la persona más buena que he conocido y jamás conoceré en mi vida. Es increíble como te puede marcar una persona a pesar de que, desgraciadamente, casi han pasado los mismos años desde que no está que los que pasé con ella. Pero la recuerdo prácticamente cada día y, más que a ella, a sus olores. Todavía hoy me sorprendo a mí misma pensando -o diciendo en voz alta- esto huele a la abuela.

No se lo he dicho a mi madre, pero me encanta que cuando llega la época ponga los nardos en la escalera porque ese olor me recuerda a mi abuela. Al igual que el jazmín o la hierbabuena. Creo que a ella le pasa igual y por eso sigue con devoción esa afición a las plantas que nos dejó. Cuando estoy en el pueblo y dejo durante algún tiempo de escuchar los tejemanejes de mi madre subo a la azotea. Y allí está, viendo si le agarran las buganvillas, pendiente del rosal, mimando los geranios y eligiendo los que pondrá en el balcón. Ella tampoco me lo dice, pero estoy segura de que también lo hace para sentirse más cerca de su madre, al igual que sigue haciendo roscos y pestiños en Semana Santa o gachas para los Santos.

Todo esto es para mí la fiesta de los Patios. Las tradiciones, la bondad, la generosidad, el cuidado, la paciencia, la constancia, el disfrute de la esencia, mi infancia, mi presente y también, me he propuesto, mi futuro. Me voy a mudar. A un sitio con terraza. Y quiero que lo primero que haga antes de desembalar cajas sea colocar una planta en mi patio. Quizá un jazmín. A lo mejor una buganvilla. Algo que me recuerde de donde vengo y por qué estoy aquí, que me muestre siempre que sin ellas no sería nada, que me haga ver lo que es importante en la vida.

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