Otros días tristes vendrán

Difícil será que la mecánica del Estado de Derecho y la mecánica independentista salgan ahora del laberinto

La lamentable jornada que ayer se vivió en Cataluña, que en los libros de Historia quedará recogida, podían haberla evitado dos personas: Carles Puigdemont y Mariano Rajoy. El primero lo tenía en su mano si hubiese cumplido la ley y hubiese desconvocado los comicios desde el mismo momento en el que fueron declarados ilegales. El segundo, el presidente del Gobierno, lo podría haber evitado haciendo justamente lo contrario: incumpliendo su propia Constitución y entorpeciendo la acción judicial que emanaba de la sentencia del TC. De haber ocurrido lo primero, creo que habría sido una de las primeras veces en las que Convergencia, o cómo se llame ahora esta formación dinamitera, habría optado por la lealtad al Estado y no en beneficio propio. De haber actuado así Rajoy también habría sido histórico: porque no hay precedentes de un Estado que no defienda su Constitución y su integridad territorial. Y en eso da igual ser de izquierdas o de derechas, y para muestra el desaparecido Hugo Chávez cuando, en 2008, dijo que "celebrar un referéndum independentista en el estado de Sulia (en Venezuela) sería causa de guerra". También Pérez Rubalcaba, que de Estado y Policía sabe lo suyo, dijo en 2010 que quien le echa un pulso al Estado siempre pierde, y llevaba razón. Porque existen lógicas y mecánicas que así lo permiten, pues el propio Estado de Derecho es el único que detenta legalmente la acción de la violencia, y sin violencia canalizada y legal todo país sería un sindiós. Ahora queda por ver qué harán los independentistas y sin duda es la hora de pedir que el Gobierno y el Govern se sienten y dialoguen. Pero me temo que el laberinto imposible por el que ha lanzado el independentismo a la sociedad catalana tiene también sus propias mecánicas, las cuales carecen de una siempre necesaria palanca que dé marcha atrás. Vistas así las cosas, y a no ser que aparezca ese caramelo mágico en el que sólo parece creer Pedro Sánchez, lo normal es que el día del referéndum inútil, el maldito y negro 1-0 que propició el nacionalismo desleal y antidemocrático, no sea el final de algo sino el inicio de otros días tristes que vendrán.

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