Puigdemont dirige, pero importa cero. En enero, tan inhábil como nuestros próceres a efectos parlamentarios (incomprensible que sus señorías gocen de tal privilegio), el Gobierno ha llevado al Congreso reales decretos para su convalidación. Sánchez pende de un hilo que se teje principalmente, aunque no solo, en Waterloo, pero los lleva porque no tiene más remedio. La elección de todos los gobiernos cuando ejercen es exprimir las opciones de los decretos, aunque en algunos casos, como el de Sánchez, sea muy obscena. Cae la reforma del subsidio de desempleo porque la tumba Podemos, sacando cuchillo a Yolanda Díaz. Se mantienen los otros dos batiburrillos porque Puigdemont quiere, tras equis cesiones de Sánchez. Podremos sentir mucho bochorno por el cómo, podremos sentir inquietud por no saber qué precio real pone Puigdemont, pero mientras no sepamos leer que lo que de verdad impone Sánchez es un populismo facilón, aunque caro, para sacar adelante medidas que, por ejemplo, dan trenes gratis, reducen a cero el IVA del aceite o, derrotada Yolanda, al día siguiente suben el SMI otro poquito, no estaremos entendiendo nada.

Hay un recurso muy básico en política que funciona. Vincula el voto negativo a una propuesta al propio contenido de la propuesta: no votáis contra mí, malos, sino contra esto, votáis contra ellos, o sea, el pueblo. Me explico. El Gobierno ofrece pan. Es ruin, falso y débil, pero dice que ofrece pan. La oposición señala su ruindad, falsedad y debilidad. El Gobierno asume y faja la ofensa, pero devuelve: yo seré todo eso, ruin, falso y débil, pero estoy ofreciendo pan. Sí, dicen los otros, pero porque has regalado a un pirata toda la reserva de grano, y el grano no es tuyo, solo lo administras, y nos dejas a todos sin él. Vale, pero yo ofrezco pan hoy; gentes, oídme, estos no quieren que dé pan. Y fin del debate. Recursos primarios Sánchez, política barata de la cara, dura también. Feijóo, en la inacción que provoca la compunción, a los pasos perdidos para lamentar el esperpento, el bochorno, la vergüenza y la desvergüenza, que todos vemos, pero el pan en la calle. El relato se sirve solo.

O una alternativa democrática frente al populismo, que es lo que necesitamos contra el gobierno de Sánchez, construye un elenco de medidas prácticas que mejoren la vida la gente de manera directa y las expone para salgan, o el envoltorio exclusivo de la defensa del país, imprescindible por otra parte, solo conseguirá que Sánchez y Puigdemont se sigan partiendo la caja. Sánchez aplica a su continuidad; Puigdemont, a su amnistía y ser el sheriff de Cataluña: uno regalará pan, otro lo cobrará carísimo. España importa, pero no llena la olla. Estos las vacían, España y la olla, pero triunfarán adocenando una mayoría conformada con el dame pan y dime tonto. Mientras no sepamos leerlo, todos al circo.

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