El gigante Camarón paseó por el cante, con aroma festivo, que estaba enamorao de la vida, aunque a veces duela, y que, si tenemos frío, a veces pasa, busquemos candela. Se trata de ir volando, de fluir. En el rato temprano que suelo utilizar para escribir esta columna, estoy a punto de perderme en el bullicio curioso de una legión de desconocidos que, con destinos distintos, se mueven de un lado a otro de un aeropuerto, unos matando el tiempo hasta su embarque, otros apurándose para no perderlo, porque el trabajo me lleva fuera y tengo por delante una escala corta y un vuelo largo del que ya daré cuenta la próxima vez. En estas, repaso lo que veo en las ciudades, muchas veces hermanas, que tienen esta posibilidad (un aeropuerto desde el que se vuela y al que se puede llegar): riqueza, presencia, competitividad. Se me escapa una sonrisa de esperanza en lugar de una mueca de decepción: por primera vez en tanto tiempo que ni recuerdo, la mía, la nuestra, cierra un trato para que el aeropuerto de Córdoba opere regularmente.

Bellido y Fuentes han anunciado en Fitur que Air Nostrum volará a Mallorca y a Canarias desde Córdoba a partir de julio. Fitur, esa feria de impacto internacional que tantas otras veces decoloran algunas pandillas de políticos y asesores, colonizadores expertos de cualquier pasillo, es un escaparate de opciones para la industria del turismo a nivel global y un centro de acuerdos para sumar iniciativas que fructifiquen. El acuerdo con Air Nostrum se ha anunciado allí, pero con seguridad es el resultado de un trabajo más quedo que se habrá ido realizando poco a poco con anterioridad. Bellido y Fuentes no están ociosos. Al mismo tiempo, la ampliación de la pista y de la terminal para que, de verdad, pueda acoger vuelos (hace poco, coincidiendo con el puente de la Constitución, uno chárter a Praga y vuelta), son ejemplo de una puesta en común para un objetivo compartido que permite pensar que algún día podamos tener en agenda, y ver cómo se defienden por cualquiera, desde el gobierno local o desde la oposición, cuestiones de ciudad. Yo celebro las dos gestiones vengan de donde vengan (ampliar el aeropuerto para hacerlo viable y traer vuelos regulares que lo hagan reconocible y útil) y huyo del pasilleo llorón que critica más quién se pone la medalla en lugar de festejar que Córdoba se la cuelgue, por fin.

Mallorca y Canarias, con aviones chiquitos de una línea regional, comparadas con las oportunidades de otras ciudades con más destinos, puede parecer poca cosa, pero no lo es. Es el principio audaz, porque la apuesta no está exenta de riesgo empresarial e institucional, de abrirse camino con la competencia cercana de Málaga y Sevilla, consolidados y muy conectados, o de Granada, que nos lleva años de ventaja en el mismo nicho y ya ofrece también algunos internacionales. Se hace más encendiendo una cerilla que quejándose de la oscuridad. Algo de candela al frío, que ya era hora.

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