Apoco que se indague podrá descubrirse, pero, vaya, no es ninguna novedad que me gusta, y mucho, el deporte del motor. Sigo la Formula 1 desde que era muy chico, antes incluso de Alonso, cuando los grandes premios los daban en diferido por La 2, entonces todavía segunda cadena. Con el Dakar me pasa igual. Lo sigo, también desde muy pequeño, cuando aún era el original París-Dakar, que salía con el fin del año o el año nuevo desde la ciudad de la luz, pasaba en barco y avión a África y terminaba en Senegal, en una playa rosada de Dakar. Recuerdo incluso la edición del 95 que salió de Granada. El raid abandonó África por la inseguridad de la zona, se trasladó a América del Sur durante algunas ediciones y desde hace poco transita Arabia Saudí, aunque conserva el mítico nombre Dakar que lo identifica globalmente como la prueba más dura y competitiva de pilotaje, no solo en coches, estrategia, navegación y pundonor del mundo del motor. He disfrutado con el magnífico programa de resumen de etapa cada noche en Teledeporte conducido brillantemente por Marc Martín, sin alharacas.

Y así, sin alharacas, un tipo de 61 años con una carrera impagable en el rally y en los raids, que conduce como un rayo sobre las superficies menos fiables, con una seguridad apabullante y una humildad digna de los grandes campeones, sabedores de las horas de oscuridad y esfuerzo invisible que sostienen las mieles del triunfo, ha ganado por cuarta vez, con el cuarto coche diferente, Carlos Sainz, siempre con Lucas Cruz en sus victorias en el Dakar. Sainz es un monstruo del motor, una referencia de la fortaleza mental y un crack de la competitividad. Ha dado en las doce etapas de este Dakar memorable una permanente lección de estrategia y de conducción. Su equipo, el audaz Audi que se va, con un gigante Peterhansel, indudable señor del Dakar, ha estado a la altura del reto e impecable en la ayuda de los campeones a quien podía serlo esta vez. El gran Loeb, rival en esta ocasión del Matador, no ha tenido la suerte de contar con el apoyo de los suyos, porque Al-Attiyah si no gana, no compite: es una lástima que este piloto no conduzca mejor su humildad. Para completar la fiesta, Cristina Gutiérrez ha ganado en su última participación en la categoría Challenger, segunda mujer en ganarlo y primera española, y los incombustibles Juvanteny y Criado, 63 participaciones entre los dos, también han triunfado en la categoría Dakar Future Mission, con un camión propulsado por hidrógeno.

Los desiertos encierran una belleza insoportable. Las piedras picudas pinchan al más recio. Las horas pesan por más rápido que se tracen. Vencer es conseguir que lo que solo existe en tu cabeza, a pesar de todo, ocurra y llegues. Ganar es solo hacerlo el primero. Dice Carlos que, si quieres algo, luches por ello y te levantes. Gracias, Carlos. Gracias, Dakar. Más, por favor.

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