El sábado por la mañana pasé por la puerta del aparcamiento de la Diputación. Algunas personas salían por allí, después de haber aparcado sus vehículos. En ese momento concreto, lo hacían un par de parejas jóvenes con un par de chiquillos con sillas de ruedas muy sofisticadas, o a mí me lo parecieron. Puede que no fueran sillas propiamente, pero, desde luego, eran unos aparatos que facilitaban la movilidad de los nenes. A los pocos pasos, me percaté de que se trataba de un encuentro de asociaciones de afectados por la parálisis cerebral, que aquí representa con una fortaleza envidiable Acpacus, liderada con brillantez por Rafaela Chounavelle y con gente tan extraordinariamente buena como Antonio Bueno, por citar dos ejemplos que conozco bien.

En el tramo chiquito que lleva desde el aparcamiento hasta la puerta principal me dio para escuchar, no pude evitarlo, algún comentario sobre lo que sucedía dentro. Se había presentado un exoesqueleto que permite que los niños afectados por esta enfermedad u otra similar, pero con imposibilidad para moverse por sí mismos, es decir, que nunca han caminado, se pongan de pie y puedan desplazarse (de las características concretas del exoesqueleto, ultimísima tecnología desarrollada en el CSIC español dio cuenta este periódico ayer mismo). Los comentarios que escuché eran lógicamente positivos, bien me puedo imaginar cómo cualquier madre o padre se aferra con ganas a toda esperanza de mejoría en esas circunstancias, pero también que era caro. Muy caro.

Con lo caro, salió la piel que ayuda al título de esta columna. Me contaron luego, con emoción, para qué negarlo, que por allí andaba el presidente de la Diputación, Salvador Fuentes. Hizo un discurso institucional, propio de anfitrión, se sentó en su butaca, vio la presentación y entonces volvió a hablar y dijo que eso lo cubría y que, además, utilizaría su influencia para llevar a otras administraciones a implicarse también. Salvador dijo que de este carro han tirado las familias, mucho y bien, y que la administración tiene que corresponder. Pico y pala. Sin regates. Este tío es así.

Fuentes cubre, como todos los que están en su negociado, discusiones anodinas sobre mociones que proponen chorradas enormes sobre el sexo de la mona, muchas de esas a veces vienen de los otros y otras de los suyos, pero sé que solo las soporta. Lo que veo es que coge el pico y la pala y, sin regates, se arremanga. Salvador puede confundirse por exceso, porque es rápido, es exigente y tiene temperamento y urgencias, pero es improbable que lo haga por defecto. Y además se le entiende y no se esconde. La va la piel. Para muestra, este ejemplo. Es política real, esa de problema-solución, esa de la que casi no hay en medio de tanta ponzoña. Exoesqueleto y piel. Y aquí. Algo para celebrar.

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