En el tejado

F.J. Cantador

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Don Antonio Ripoll Gómez

Para sus alumnos del instituto Padre Juan Ruiz de Hinojosa del Duque, él siempre fue Ripoll, a secas, una persona que con el paso del tiempo para muchos de ellos se ha convertido en entrañable. Don Antonio Ripoll Gómez no fue un profesor cualquiera para los chavales a los que impartió Gimnasia o, mejor dicho, a los que le enseñó haciendo las veces de entrenador a mejorar jugando al fútbol. Ripoll transformaba sus clases de Gimnasia en partidos en los que él era uno más formando parte del equipo de alumnos de Hinojosa del Duque, que cada semana se enfrentaba al de alumnos de Belalcázar, reforzado este último con alumnos de Fuente La Lancha. Todos esperábamos a que llegara esa hora en la que Ripoll aparecía por el gimnasio botando el balón después de una clase en la que el profesor de inglés, Manuel Cobos, tenía la buenísima costumbre de enseñar ese idioma a base de pinchar en el tocadiscos del centro canciones de Simon and Garfunkel, Bob Dylan, Cat Stevens o Pink Floyd. Todos esperábamos a que Ripoll llegara al gimnasio botando el balón al son de "¿estáis ya vestidos de futbolistas? Venga vamos todos al campo de fútbol" después de una clase de Música en la que Luis Romero, entre enseñanzas de Beethoven o Mozart, nos permitía disfrutar de unos 20 minutos de música de la muestra, escuchando en uno de los cassetes del centro canciones de The Beatles, Supertramp, Dire Straits, Alan Parsons Project o The Police.

Para Ripoll todos y cada uno de sus alumnos eran especiales, como demostraba con hechos, entre otros, con el tiempo que dedicaba a corregir los posibles errores que cada uno cometía sobre el campo de fútbol. Se esforzaba por que entendieras, por ejemplo, cómo debías centrar para que José Antonio Suárez rematara de cabeza, cómo debías pegarle al balón para que el guardameta rival, Franche, no lo atajara o cómo driblar a una de las estrellas del bando rival, Jesús Caballero Chuchí. Enseñanzas que algunos de sus alumnos aplicábamos también en esas ligas provinciales que jugábamos cada uno con el equipo de nuestro pueblo en unos tiempos, hace ya 40 años, en los que acababa de celebrarse el Mundial España 82 y en los que él nos hacía creer que con constancia y mucho trabajo podíamos mirarnos en el espejo de ídolos del balompié como Paolo Rossi, Rummenigge -Maradona ya era otra cosa-. Pero más importante que todo eso es y ha sido siempre su trato humano que de alguna manera sus alumnos le devolvían, al menos, con muchísimo respeto, como ocurría también con Manolo Cobos y con Luis Romero, entre otros. En estos tiempos que corren, en los que el alumno es a veces un lobo para el profesor, es una lástima que niños y jóvenes no sepan apreciar lo que puede aportar a su educación y a su forma de entender la vida personas como don Antonio Ripoll.

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