El quilombo hostelero

Muy triste que, cuando mejores datos ofrece nuestro turismo, nos veamos con la peor gestión que se recuerda

Revuelta en el frenopático del sector hostelero. O más bien en su cúpula empresarial, que a estas alturas del quilombo, tras años de polémicas, sainetes, opacidades y disensiones, me temo que sólo se representa a sí misma. Porque Hostetur, colectivo que con tanto garbo y presunto buen rollo nació hace sólo unos días, ha saltado por los aires antes de que nos hubiésemos acostumbrado a llamarlo de ese modo. Y por ahí andan ahora su presidente y su vicepresidente, Francisco de la Torre y Alberto Rosales, lanzándose pedruscos dialécticos después de que haya aflorado una tensión interna que lleva caldeándose a su amor desde hace semanas. La espita del divorcio la puso el acercamiento de De la Torre al Ayuntamiento en el asunto de los veladores durante una reunión que los otros consideran traicionera, pero lo que al fondo se observa es algo que no es sólo visible en la hostelería sino en casi todos los sectores sociales y económicos. Me refiero a esa falta de pensamiento colectivo, de generosidad, que ha caído en picado durante los últimos lustros, o tal vez sea así desde que el hombre es hombre, bajo la bota implacable de los intereses personales, los egos, los manejos y las componendas. Nada nuevo bajo el sol, pero un paso más en esa pérdida de legitimidad que viven patronales, sindicatos, colectivos de vecinos y demás bien sea por su falta de independencia, por sus enfrentamientos internos o por el olvido manifiesto de los objetivos que les dan un sentido. No toda la culpa pues de que nuestra democracia sea no tan perfecta como debiera la tienen los politicos o la infantilla. También en la sociedad civil cunden los errores y los espantos, que van desde problemas menores de narcisismo y ambiciones personales a casos de evidente compadreo paniaguado con el poder e incluso de corrupción pura y dura. Muy triste en cualquier caso que, cuando mejores datos ofrece nuestro turismo, nos veamos con la peor gestión pública y privada del sector que se recuerda, no ya sin ideas sino incluso sin estructura. Hoy vivimos de rentas pretéritas y o se cambia o caro se pagará.

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