MINUTO cero de la temporada 2008-09. Ayer comenzó, de verdad, el camino de un Córdoba que vivió, por fin, un día plenamente feliz. Parecía mentira que pudiera ocurrirle lo que durante las últimas jornadas venían pregonando agoreros vocacionales, trileros del chisme y opinadores patrocinados. Pero había miedo. Sí. Sobre todo por quiénes estaban detrás de una campaña increíblemente dura que partía de una premisa discutible: al Cádiz le asiste la razón y el problema lo tiene la Federación para ver qué hace con el Córdoba, con el Ferrol, con el Hércules o con quien le dé la gana. El penalti más largo del mundo terminó ayer al filo del mediodía, con los chirridos del fax de la sede blanquiverde escupiendo el documento que todos esperaban pero del que algunos, asaeteados por ráfagas de informaciones confusas, empezaban a dudar.

Si el Cádiz pretende seguir la guerra, allá él. No será ya contra el Córdoba, que se ha visto metido en este berenjenal sin haber cometido más pecado que haber sido el mejor equipo de la Liga en las últimas seis jornadas y ganarse sobre el campo los puntos suficientes para seguir compitiendo en la división de plata. El presunto error de un directivo del Hércules -que finalmente no fue tal, según el Comité- pudo haber provocado una situación aberrante: un descenso, tres semanas después de la conclusión del campeonato, como consecuencia de la equivocación de un tercero. Una lucha entre lo justo y lo moral, se dijo durante muchos días. Falso. Se acabaron las interpretaciones.

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