La muerte tenía un precio

En contra de lo que dijo Arquímedes, no todos los cuerpos pesan socialmente lo mismo

Esta tarde, en un evento social, me dice la señora que tengo al lado que está enganchada a lo del Titan. Desatendiendo al espectáculo al que asistíamos, consultaba en su teléfono las últimas horas de la búsqueda de la cápsula de estos señores que han descendido a ver los despojos del Titanic. Tiene esta historia algo de ficción, en efecto, y ese impacto alucinado que provoca este tipo de noticias daría para mucha reflexión. Pero no quiero ir por ahí. Prefiero que nos centremos en ese momento en el que estos hombres ricos se sientan a firmar los papeles en los que se responsabilizan de lo que ocurra allá abajo. Firman. Pagan decenas de miles de dólares. Se hacen meter en un submarino turístico. Es un espacio mínimo en el que no hay nada pensado para la supervivencia porque se supone que apenas van a estar dentro el tiempo para bajar, observar de un modo precario y a través de una minúscula apertura los restos del Titanic y volver a la superficie para poder sentarse a comer en el mejor de los sitios y pavonearse contándoles a sus compañeros de mantel que ellos han visto el esqueleto oxidado del gigante hundido hace más de un siglo. Qué manera más barata de regalarle a la muerte tu vida, pagando tanto. Por otra parte, se ha gastado una fortuna buscando a estos cinco hombres, a los que por cierto ya han dado por muertos. Comparen estos esfuerzos con los que se hicieron por rescatar a las personas siniestradas en el Jónico de los que les hablaba hace una semana. Compárenlos con los que se hicieron por intentar salvar las vidas de los marineros del pesquero gallego el año pasado muy cerca de aquellas aguas. Unos gastándose lo que les sobra para pagar barata su muerte. Otros, pagando con su vida la gratuidad del desastre. Dijo Arquímedes que todo cuerpo sumergido en un fluido experimenta un empuje vertical y hacia arriba equivalente al peso del fluido que desaloja. Pero, como vemos, no todos los cuerpos pesan socialmente lo mismo. Arquímedes, sabio entre los sabios, ¿qué diría de esta sociedad que permite estos raseros tan diferentes entre las vidas humanas? No hace falta ser un genio para deducir que un modelo que tolera esto es un modelo condenado al naufragio. Como el Titanic. Como el Titan. Como todo lo inmensamente injusto.

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