Se sabe que 2023 es año electoral en casa. Lo es seguro porque mayo está a la vuelta de la esquina y se renovarán todos los ayuntamientos del país y la mayor parte de las comunidades autónomas. En teoría, y en la práctica, las generales, las de Peter, deben celebrarse a más tardar el día 10 de diciembre de 2023, suponiendo que agote la legislatura. Aunque se pueden adelantar los comicios, si no se diera tal caso, las normas vigentes permiten estirar el chicle hasta ese día. Lo que pasa es que en ese período estaremos disfrutando (¡ay, madre mía, qué peligro!) de la presidencia de turno de la Unión Europea, que finalizará con las uvas del 23 y, entonces, igual, Peter advierte la conveniencia de retrasar a primeros del 24 por el interés superior, y catódico, del país encarnado en él. No se puede, lo sé, pero quien investigó sobre las previsiones jurídicas serias, otrora difícilmente mutables, deberían darse una vuelta por las reformas legislativas exprés (sedición, malversación…reconstrucción de uñas, si es preciso) de las que solo Peter conoce sus íntimos arcanos.

Supongamos, no obstante, que no se toca y que en 2023 votamos doble, o triple, según autonomías. Si el destrozo sanchista (antes, una parte ínfima, desconocida e inútil del gran partido que fue el PSOE) es tan brutal como se apunta en Madrid y las ciudades de Andalucía y afecta mucho, por decir, a Page, a Lambán o a Caballero (sombras de aquello que una vez fue), cabe la posibilidad de que el ínclito decida en un alarde de nuevo servicio al país, y al mundo, ahora verán, sacrificarse en el altar de la utilidad y rular dirección Europa. Cada vez que veo a Borrell (inteligente, aunque distante) luchar contra sus evidentes dificultades para mantener abiertos los dos ojos al mismo tiempo, recuerdo que es Mr. PESC que es socialista y que es español y (¡seré malpensado!) me dirige invariablemente a ponderar (OMG!) que Peter puede sustituirlo por cuota y mejorarlo por belleza y empatía. Si Úrsula quiere, Peter tiene salida, y si no, tiene su encanto. Lo de aquí para Montero, para Bolaños, o para Yolanda, quién sabe. Igual la suma definitiva no viene por la inclusión de Podemos, catatónico, sino por la vertebración de la coalición progresista de gobierno, sic., en una apuesta política personal, son remedio-país, desternillante. Incluso si tuviera que entregar las siglas, ¿por qué aferrarse a la política antigua si la nueva solo la conoce él?

2023 es el colofón a la legislatura más insoportable que recuerdo. No tengo claro que Sánchez termine aquí, aunque lo mereciera más que ningún otro antes, porque la alternativa es rehén de muchas tonterías y de un riesgo evidente a su derecha. Pero no será tiempo de vino y rosas, sino de higiene, si quiere salvarse algo que importe y devolver la política al cimiento sencillo de la verdad. Si no, que traigan más vino, que veremos qué bien.

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