McGregor vs. Mayweather

Símbolo de este tiempo nuestro en el que hasta las cosas más puras y nobles se pervierten

Conor McGregor es un luchador de artes marciales mixtas de 29 años, irlandés de Dublín para más señas, tatuado hasta detrás de las orejas y con pinta de portero de discoteca no muy alto pero sí bien chusco y pendenciero. Floyd Mayweather es por su parte, a sus 40 tacos ya cumplidos, una leyenda viva del boxeo, aunque también un hortera de cuidado, amante del derroche y de todo cuanto suponga mal gusto, oraco brillante y colorín. Nacido en Gran Rapids, en Michigan, acumula Mayweather en su carrera un palmarés de 49 victorias por cero derrotas, lo que lo iguala con el único gran campeón invicto de todos los tiempos: el gran Rocky Marciano (49-0 también). Conociendo el perfil personal de ambos, tan tópico, no es extraño que al final vayan a coincidir en lo alto de un ring para protagonizar un combate de boxeo que, para evitar equívocos imposibles, han bautizado sus organizadores como el combate de los mil millones y que se celebra la próxima madrugada en la ciudad de Las Vegas, templo mundial de lo chick y de lo hortera. Mayweather, por supuesto, parte como favorito y lo normal es que el combate no sea competido. Pero, claro, esto no va en serio, como se entenderá, y del circo convocado puede salir lo que sea. Millones de espectadores lo verán de cualquier modo, entre los que yo, por supuesto, no estaré. Y no porque no me guste el boxeo, que en realidad me fascina, sino porque este combate es un símbolo de este tiempo nuestro en el que hasta las cosas más puras y nobles se pervierten. Desde la poesía y la literatura en general, y basta mirar cualquier lista de ventas, hasta el flamenco o el jazz. Desde la tauromaquia hasta la misma filantropía. Desde el periodismo chusco que prolifera hasta al fútbol de los millonacos y los jeques árabes y no árabes. Todo se disfraza de moneda, de billete de cien dólares, y es ese mundo donde la gente se pierde y se traga cualquier cosa, cualquier ardid de un bellaco en busca del poder o la pasta. Mayweather ganará en fin esta noche si ocurre lo lógico, pero en su victoria estará la derrota del boxeo y de lo que debe ser la pureza de las cosas. Una mierda, sí, una mierda del tamaño de su palmarés.

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