El frenopático de los Diputados -perdón, el Congreso- reabrió ayer su portalón tras el largo veranazo de sus señorías, tan morenetas y lustrosas ellas. Lo hizo en sesión extraordinaria y con tema recurrente: las corruptelas populares, esa lacra de la también muy moreneta derecha española. El estribillo, como si lo hubiese cantado Maluma por los chiringos, nos lo sabíamos todos, del mismo modo que todos sabíamos que Rajoy se saldría por la tangente y jugaría un poquito al Tabú. Ni Gürtel pues ni mucho menos Bárcenas salieron de su boquita de piñón. Qué extraño, ¿verdad? Que vengan corriendo Iker Giménez y sus ufólogos a analizar el asunto. Mariano, en fin, sigue siendo Mariano. Marianón I El Cojonazos, y disculpen. Y así lo comprobaron, aunque no les hacía ni falta, el partido sanchista dicen que obrero y dicen que pluriespañol y el pablemos podemista, o quizá sea al contrario, qué sé yo. Porque ambos, Sánchez e Iglesias, lo que andaban era en otra cosa: probando la capacidad que su nuevo juguete -la estratégica colaboración entre ambos- tiene para tocarle las narices al presidente. Fue pues una probatura, como esas que hace Kim Jong-un para tocarle las gónadas a Trump, y yo diría que no les salió muy allá porque el tema estaba así como que frío, como si fuese un espetillo a las siete de la tarde o la cena del hijo de mamá cuando llega de marcha el sabadito night. La ausencia de Sánchez, con eso de que no es diputado, también le daba su punto gélido al asunto, su cosa marmórea, y a Iglesias como que no se le vio en Iglesias sino fuera de forma, todavía en pretemporada, muy Gareth Bale. Los demás, mientras tanto, pasaron por el asunto de puntillas, aunque hubo tiempo, eso sí, para que Joan Tardá fundase dos o tres repúblicas catalanas y se marcase una sardana dialéctica indepe, de esas en las que todo lo catalán aparece blanco como un calzoncillo antiguo y lo español moribundo y contaminado. Quiero decir en fin que el año político comenzó con ritmo de otro tiempo, como si no cantasen Maluma y Shakira sino King África o Georgie Dann. La barbacoa, sí, la barbaquiu. El venao, el venao. Para que nuestro Congreso deje de ser un puñetero frenopático me parece que hace falta un poquito más. No digo que sean felices los cuatro y le ampliemos el cuarto, que tanto no hace falta, pero que al menos se lo curren. Para hacer lo que hicieron ayer mejor que se hubiesen quedado en la playa en plan cachete, pechito y ombligo. El negro no puede. La barbaquiu.

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