Tinta y borrones

Escepticismo

¿Se pondrá alguna vez de moda la política sin trampas, con sentido común, honesta?

No sé si 45.000 personas son muchas o pocas. Si en realidad hubo esa cantidad de gente, si fueron más o menos. A mí, sinceramente me parecen muchas, pero porque me veo incapaz de sentirme tan implicada en algo como para salir a la calle entregada a la causa. Ocho de marzo aparte, claro. No estoy criticando, ni mucho menos, a los que lo hicieron el domingo o en otras ocasiones, quizá me preocupa más mi nivel de escepticismo ante prácticamente cualquier cosa. Vivimos en una época en la que parecemos obligados a posicionarnos ante todo y en la que no se está permitido dudar, cambiar de opinión o, simplemente, no opinar. Los que fueron a Colón son todos unos fachas y las del 8 de marzo unas feminazis. O estás conmigo o estás contra mí, pero aquí no hay medias tintas. Pues qué pereza, la verdad.

En medio de tanta crispación, el nuevo delegado del Gobierno de la Junta de Andalucía en Córdoba, Antonio Repullo, se reunió con la alcaldesa, Isabel Ambrosio, en un encuentro quizá embriagado en la semana del 14 de febrero, porque los cumplidos se cruzaban en un escena poco vista en política. La regidora dijo de Repullo que era una persona dialogante y con gran capacidad de trabajo, el delegado le respondió alabando también su talante.

Normalidad es también una de las palabras que se han afanado en repetir estos días con el cambio de gobierno en Córdoba. No se trata de acabar con todo, sino de aprovechar lo que se haya hecho bien, que también lo hay, dijo el delegado ante su antecesora, Esther Ruiz, quien a su vez se puso "a disposición" del nuevo representante con quien ha protagonizado un traspaso "transparente y tranquilo". Algo parecido se vivió también durante la salida de Juan José Primo Jurado de la Subdelegación del Gobierno y la llegada de Rafaela Valenzuela.

Y una se pregunta si esta política institucional, sin trampas, con sentido común no podría ponerse de moda a través de los gurús de la información política. Si podríamos dejar a un lado las encuestas y trabajar de manera conjunta por objetivos comunes. Si la honestidad será un valor en la política algún día y no un motivo para el declive de una carrera. Claro, que también aparece aquí el escepticismo. ¿Hasta cuándo durará este buenrollismo institucional? Pues depende de lo que quede para las elecciones.

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