Bálsamo pero no olvido

Ni todos los días los pañuelos se tornan palomas ni todos los años hay un Uli tocado por la mismísima mano de Dios

El Córdoba Club de Fútbol logró este fin de semana en Vallecas, ante el histórico Rayo, una victoria balsámica, de las que destensan la musculatura del hincha sufriente y le hacen marchar feliz al bareto del barrio o a la piscina. Victoria luchada, pues hubo que remontar, pero que significó el fin de la zozobra, la certificación de que el CCF estará al menos un año más en la Segunda División del fútbol español. Visto como se le fue poniendo el rostro a la temporada, que empezó con sueños pueriles de ascenso y acabó amenazando con tornarse en pesadilla, no queda sino felicitarse de que al menos la cosas no fuese a mayores, de que el enfermo no acabase en el sombrío tanatorio de la Segunda B. La tranquilidad del triunfo no debe significar sin embargo que se olvide lo vivido, o lo sufrido. Pues las victorias balsámicas tienen ese peligro: que dan pie a una cierta desmemoria feliciana que puede ser aprovechada por los propietarios, la errática familia González, para persistir en su intento de planificar poco e invertir menos, dispuestos hasta hoy a jugar a una ruleta rusa que un año llevó al club a Primera pero que en esta ocasión ha estado a punto de desmpeñar al CCF. Para no volver por esos caminos sombríos, lo prioritario será construir una plantilla desde la sensatez y dejando atrás ese baile de vestuarios que aquí se vive de forma tan frecuente. Jugadores como el heorico guardameta Pawel, el admirable Deivid, el vivificador Javi Galán o el inspirado Alfaro, unidos a tipos comprometidos como Javi Lara o el convicente Bittolo, son ejemplo de que hay una base sobre la que construir sea bajo el mandato de Carrión o bajo el del ténico que se designe. Cualquier cosa salvo caer en la tradición gonzalista, un año más, de construir a lo loco y reforzando al equipo con dudosas baratijas de mercadillo para hacerlas pasar luego por joyones. Ya no cuela, no puedo colar. Porque hasta al mejor mago se le acaba adivinando el truco, y no es que González padre fuese precisamente un Houdini o un David Copperfield. O sea, que o aprenden de lo vivido y cambian o volveremos a sufrir. Ni todos los días los pañuelos se tornan palomas ni todos los años hay un Uli tocado por la mismísima mano de Dios.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios