Pablo / García / Baena

Las otras salidas

MÁS allá de luto de dragones del Viernes Santo, hay una gloria de palomas que acompaña a la Virgen de los Dolores en sus salidas extraordinarias. Recuerdo la procesión de noviembre de 1954, cuando su imagen presidió los actos diocesanos de consagración al Inmaculado Corazón de María, que tuvieron el broche final en la glorieta de la confluencia con los jardines de la Agricultura.

Estaba inmensa de gente. La procesión con los fieles acompañantes con sus velas, al llegar a la confluencia de Colón con Tejares, siguió hacia la Victoria, como se sabía, con la cruz parroquial al frente. Vieron con estupor que la Virgen se desviaba a la derecha y a los pocos metros se paraba y se acercaba a una casa donde vivía Machaquito, que se encontraba bastante enfermo y falleció meses después. Aquello le conmovería mucho, indudablemente, al torero, porque una cosa que despierta la Virgen de los Dolores es las lágrimas. No hay quien la vea con afecto familiar o devoción que no le venga el "don de las lágrimas", que decía Santa Mónica.

Otra salida extraordinaria es la de la Santa Misión de 1945. Fue también hasta el Paseo de la Victoria acompañando al Cristo de la Salud, de la Trinidad. Luego terminó en las Tendillas, apoteósica, y regresó a su templo entre el entusiasmo general. Aquella vez no llevaba palomas, iba de Alburquerque. Sobre la peana de plata de Jesús Nazareno recordaba viejas salidas de otros tiempos.

Hay otra salida que no se efectuó cuando la Agrupación de Cofradías cumplió 25 años. La Virgen estaba preparada para la procesión, con el manto de las palomas y cayó una gran tormenta que impidió la salida. Había anuncios de la hermandad de la Paz convocando a sus hermanos para acompañar a Nuestra Madre.

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