Tinta y borrones

No todos somos iguales

La ministra empezó diciendo que no había hecho nada malo, pero ha acabado dimitiendo

Cuando estalló el escándalo de los másteres que afectaba a los líderes del PP Cristina Cifuentes y Pablo Casado leí un tuit que me pareció el mejor resumen de lo que estaba sucediendo. El texto en cuestión decía -no recuerdo el autor- que "antes sólo estudiaban los ricos y ahora solo estudiamos los pobres", lo que refleja que el asunto, más allá de la política, va de las relaciones clientelares que establece una institución como la Universidad, hasta ahora ajena a la corrupción, con las altas esferas de la sociedad. El escándalo ha salpicado ahora al PSOE, a través de la ministra de Sanidad, Carmen Montón, y es difícil calificar el esperpento que están protagonizando los socialistas al dar por buenas explicaciones que son calcadas a las que dio Pablo Casado. Resulta increíble que la ministra siguiera en su cargo y que fuera respaldada hasta por el propio presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que parece que está asesorado por el equipo de Casado. El hecho de que Montón se mantuviera en el cargo le daba más alas a un líder del PP que parece que está recuperando posiciones tras la última etapa de Rajoy. Pero más allá de la estrategia política, no se puede pedir ética al adversario y defender lo indefendible cuando te toca a ti. Al final no le quedó más remedio que dimitir.

Dice la ministra que no ha hecho nada malo. Solo empezó a ir a clase tres meses después de que empezaran, pagó la matrícula fuera de plazo, no habló con ningún profesor, le convalidaron una asignatura sin saberlo y cambiaron algunas notas sin que ella, por lo visto estuviera al tanto. Por no hablar del copia y pega. Pensó incluso en no dimitir porque "no todos somos iguales". Desde luego que no. Que la Universidad Rey Juan Carlos pudiera hacer la vista gorda ante determinados estudiantes vip para ganarse un prestigio tendrá que investigarse, que algunos se aprovecharon de ese trato de favor, también. Pero, a juzgar por las informaciones publicadas, parece que ni a Cifuentes, ni a Casado ni a Montón les chirriaron esas concesiones. Y todavía no se enteran, después de lo que ha pasado, que lo que indigna es que mientras que hay miles de jóvenes que se pasan media vida formándose con su esfuerzo y el de sus familias para tener al final un trabajo precario o, incluso, tener que irse a otro país con mejores perspectivas de vida, haya quien obtenga un máster por la cara. Pero no todos somos iguales, claro que no. En eso la ministra tiene toda la razón.

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