Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

La china de Gallardón

ALBERTO Ruiz Gallardón ha necesitado ir a Pekín para tirar la china a la ventana de Esperanza. Mientras, en Madrid, Manuel Cobo ejercía de avanzadilla, de sabueso irredento en el amor al líder carismático. Gallardón tiene carisma, aunque nunca ha sabido sonreír. Lo demostró cuando ganó las últimas elecciones municipales, quizá porque ese día llegó a verse, respaldado por el Madrid unánime, como fuerza voraz en el Congreso, como rictus de centro del PP. Entonces, Gallardón dio unos saltitos de emoción y emitió unos sonidos muy agudos que debían de ser su risa floja, risa de alegría soliviantada, algo así como ji-ji-ji, con ímpetu lascivo en el escaño mágico.

Gallardón ha necesitado ir a Pekín para tirar la china a la ventana de Esperanza, para decir que no la quiere de presidenta del partido, que no tiene apoyos, aunque si se quiere presentar es tan libre de hacerlo como de despeñarse por un risco. Gallardón, en realidad, no le ha lanzado a Esperanza una china a la ventana por mucho que lo haga desde allí, sino más bien un guijarro tumoroso o un mojón brutal de carretera, Gallardón le ha tirado a Esperanza encima una tapia y los escombros de la M-30, y todo eso lo ha hecho desde allí, mientras habla en Pekín de los derechos humanos pero sin nombrar al Tibet, que es lo mismo que ha hecho en el PP en los últimos años: tirar para amagar, amagar para esconderse y resurgir después con más agallas, si es que las contuvo alguna vez, pero sin ocultar jamás su ímpetu interior, su mayor pálpito, que es aspirar a lo máximo. Esperanza Aguirre, por el contrario, quiere despistar asegurando que lo que de verdad le interesa es "abrir el debate ideológico" a nivel nacional: "lo más importante no son las personas; sino las ideas, los principios y los valores". "A la gente en general lo único que le interesa son los nombres", ha dicho la presidenta de Madrid, puntualizando que "esto no es una cuestión de nombres ni de personas", porque "les puedo asegurar que el único interés que yo no tengo es el personal".

La gente quiere nombres, sobre todo algunos nombres, porque la gente sabe diferenciar entre Esperanza Aguirre y Gallardón: eso, para empezar. Gallardón, que de tanto hacer la ola a Mariano Rajoy se ha convertido ya en surfista profesional, tiene desde luego ese valor que nadie le podrá regatear nunca: mientras que Aguirre trata de engañarnos, asegurando que no busca el poder, ni la presidencia, sino sólo la teoría política, Gallardón si nos dijo de mil y una maneras que él lo que quería era ser presidente del Gobierno de España. Gallardón le ha tirado a Esperanza desde Pekín un pedrusco revestido de la pura verdad pública, que es el mayor impacto letal para Esperanza.

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