Fuera de cobertura

Elena Medel

Tápame el logo

OH excelso patio, oh aulas coronadas de horror, de bostezos, de apatía! Regreso a la Facultad de Filosofía y Letras no por recordar los masoquistas tiempos, sino porque estoy en la Judería, debo pegar unos carteles y así aprovecho, no sea que -¡albricias!- algún alumno se interese por la actividad que planteamos. Ala nueva, segunda planta, prueba superada: una limpieza de paneles ha desnudado el corcho, ofreciendo espacio suficiente para emplearme con la grapadora. Prosigo. Todas las ventanas de la biblioteca exhiben convocatorias diversas, por lo que bajo las escaleras y me desplazo al entorno de la cafetería. Allí, uno de los tablones dispone de lugar libre suficiente, de no ser porque mi esquinita tapa cuatro letras de un póster ajeno. Considero que esos cuatro caracteres de menos -literal- no alteran el mensaje de los otros, así que me dispongo a fijar mi publicidad, cuando El Hombre del Logo entra en escena.

"Eh, eh, tú, oye, oye". Tanto monosílabo me corta la respiración: ¿me han robado el bolso, la bolsa, la vida completa deslizándose Guadalquivir abajo, entre el fango y las ramas secas? Detengo mi intención, y un tipo lo advierte: "No me tapes el logo". Enmudezco. "No me lo tapes, ¿eh?". Varios exabruptos más tarde, mientras descarga su ira con una amiga a voz en grito, reemprendo mi labor. Y no le tapo el logo, aunque hubiera deseado recorrer el edificio arrancando, en cruel venganza, sus fotocopias. Logo intacto, visible, pues; de hecho, despego su esquinita y la deposito sobre la mía, para que sea su cartel el que pisotee mi evento. Lo que me alucina es que, superponiendo de nuevo el papel de marras para comprobar el daño terrible que le habría infringido, la pérdida asciende a cuatro letras exactas. ¿Tanto importaba el logo de marras, más que la información sobre las jornadas, que los participantes, que el lugar y la hora? Aquel tipo, ¿organizaba el curso por el placer de compartir sus intereses con los demás, por aportar descubrimientos sorprendentes a su campo de estudio, en conmemoración de sí mismo y el grupo al que pertenecen él y el logo? Un fantasma recorre el microcosmos de las actividades culturales: el de primar quién paga o quién impulsa frente a lo que de verdad importa, lo que se ofrece. Tapemos logos: que se enteren de lo que vale un píxel.

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