Creo en las personas de verdad, en esas que nos sacan de dentro la risa y nos hacen reír, aquellas que no tienen filtro y se quitan la máscara, aquellas que tienen un loco, un ratón o un vagamundo dentro …". Esta frase es del periodista onubense Jesús Quintero, un profesional de los medios de comunicación de los de antes, todo un maestro en eso de hacer del periodismo un arte. A Jesús lo conocí y lo entrevisté en Montilla en 2011 cuando fue investido capataz de honor de la 56 edición de la Fiesta de la Vendimia Montilla-Moriles. El día en el que nos encontramos en el Castillo de El Gran Capitán ya era mi espejo a la hora de ejecutar ese género periodístico que él hacía tan fácil, con una sublime maestría incomparable, pero que en realidad es muy difícil, como es el de la entrevista, con esos silencios tan suyos, calada tras calada a su cigarro incluidas, que conseguían ganarse al entrevistado hasta tal punto que este se vaciaba de sinceridad, como si estuviera en un confesionario y Jesús Quintero fuera el sacerdote que lo iba a redimir de todos sus pecados.

Recuerdo ahora aquella entrevista que, en su mítico programa Cuerda de presos le hizo en la cárcel al condenado por el crimen de los marqueses de Urquijo, quien fuera yerno de estos, Rafi Escobedo, antes de que este se suicidara en prisión. "La cárcel me ha destruido; ya lo único que me falta es la cajita con la crucecita encima", le aseguró Escobedo días antes de poner fin a su vida. Esa entrevista fue el epílogo de un suceso que conmocionó a la España de la Transición y ese epílogo lo puso él.

Esa conversación en prisión -porque las entrevistas de Jesús Quintero, más que entrevistas eran conversaciones- fue un ejercicio periodístico en estado puro, como el que siempre practicó quien se dio a conocer como El loco de la colina, capitaneando un mítico programa radiofónico llamado así y en el que solía realizar largos monólogos sobre Shine on your crazy diamond, de Pink Floyd, como banda sonora. Esas charlas eran unas veces más célebres y otras más polémicas, pero jamás dejaban indiferente a nadie, como aquella que mantuvo con Lola Flores y en la que La Faraona le confesó lo que jamás le habría confesado a otro periodista: sus problemas con Hacienda, el consumo de drogas de su hijo o su distante relación con la también folclórica Isabel Pantoja, entre otros asuntos.

Y es que El loco de la colina supuso la mayor revolución de la radio española, a la que aportó un nuevo estilo y creó escuela; El perro verde trajo a la televisión intimismo; Qué sabe nadie lo consolidó como el navegante solitario de una televisión distinta, de autor, imaginativa y profunda. Cuerda de presos, En la boca del lobo, Ratones Coloraos...todos esos programas tuvieron como protagonista a un periodista que fue sinónimo de independencia, originalidad, credibilidad y prestigio, toda una persona de verdad.

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