Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

Amaral lo ha bordado

Otra transgresión de plástico fino. Heteropatriarcalmente operadas; que la foto quede ‘apañá’

En la Era Predigital, no éramos pocos los niños que leíamos el periódico, o más bien lo ojeábamos y hojeábamos sentados en algún trono, o interfiriendo en el crucigrama de la madre (qué muestra de amor la de dejar que un enteradillo te diga una palabra en un pasatiempo). Ese prodigio no se obraba tanto por un mayor nivel cultural que el de ahora, aunque llegado el medio camino de la vida nos volvemos idealistas de nuestra infancia, como con la mili. En las horas lentas del infinito verano, nos topábamos con asombrosas noticias de lugares remotos. El pavor me lo causaban las anacondas que se tragaban niños, para echarse a dormir, hinchadas y como muertas, en una selva del Amazonas; pobres bebés nacidos con cola de iguana por el Pacífico Sur. Y ovnis. Y el monstruo del Lago Ness, ese era un fijo. No pocas veces, esos sucesos tan falsos como unos brasli marca Clavin Kline iban acompañados de material gráfico que, o bien potenciaba tu estupor, o bien te hacía musitar, aún dolido y para tus adentros: “esto es como lo de los Reyes Magos”. Eran las serpientes de verano.

El otro día tuvimos una serpiente de verano, ya en un contexto 2.0, Web3 o más allá. Iba vestida con piel morbosa y colmillo de causa. Esto es: con capacidad de generar controversia. El feminismo de fortalezas de Juego de Tronos da juego y tráfico: entramos al trapo al galope, todos alineados/as, y algo enardecidos/as (duplico el plural con perfidia). Me refiero a las tetas –decir senos da como apuro– de la cantante Amaral en Aranda del Duero, y no en una ribera dejándose querer por el sol con un clarete fresco, sino en un concierto. Que enseñe cada cual de su tren superior lo que quiera en una playa o en un show: hay pandillas de mujeres jugando al bingo en una cala popular entre las cuales algunas se desvisten el torso, ¿quién puede, sin ser un marciano o un salido hecho inquisidor, objetar algo a eso? Pero evítennos la matraca de reclamación de género, y la valentía y denuncia y no digamos de revolución: en lo de Amaral, eso se lo cuenta usted a otro. Ella hace marketing, product placement, como las sandalias Birkenstock de Barbie; otra transgresión de plástico fino. Se lo robo a Jackie R.: “Heteropatriarcalmente operadas, oiga. Que la foto quede apañá”. Cuánto alcanfor el de quienes están deseando cabrearse o hacer manifa en red, con la excusa de Amaral o con la que sea. En fin, es pecadillo venial dejarse dar gato del chino por liebre de échame a mí galgos. (Por supuesto, al que le parezca amoral lo de Amaral, un bono de psicoterapia ya).

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