Semana Santa

La bulla que renace en San Nicolás

  • La hermandad de la Sentencia rinde homenaje a la vida con el estreno de un guión específico

Cielo plomizo. Muchos nervios. El dolor de quedarse en el interior del templo del año pasado aún estaba presente. Pero la Hermandad de la Sentencia ganó la batalla a cualquier prediccion meteorológica y salió. A la calle, a su barrio. Al Centro. Apenas veinte minutos antes de que comience el desfile procesional, un grupo de costaleros se faja, mientras que otros se ayudan a ponerse el costal. "El año pasado no salimos y estamos muy ilusionados", acierta a decir Carlos Hita, contraguía del paso de la hermandad de la Sentencia, antes de entrar en el templo.

En la Torre de San Nicolás comienza a gestarse una bulla, una de tantas del Lunes Santo. Ésta es, por ahora, tranquila. Pero una bulla con espacio, no es bulla, no es nada. Eso sí, en apenas unos minutos surge de manera espontánea, como si fuera magia. Hacerse hueco entre la juventud que acompaña a esta hermandad empieza a ser difícil. Bien. Buenos presagios.

El cielo desafía, la Sentencia más, hasta que el primero se despeja y abre paso. Un nazareno descalzo comienza el desfile procesional con la cruz de guía. La bulla murmulla y las esclavinas arrancan la sonrisa de quienes contemplan la estampa. Son la savia nueva, los próximos cofrades que irán como nazarenos o como costaleros desde San Nicolás. Sus zapatos suenan sobre la rampa que facilita la bajada de los pasos. David Arce dirige la salida a la calle del primer paso. Los costaleros responden con sus pies que se mueven al milímetro. No cabe error. La dificultad de la maniobra es inmensa y, por eso, cada paso se calcula con toda precisión. San Nicolás espera como puede y respira tranquila cuando los costaleros se arrodillan bajo las trabajaderas. El silencio, por fin, se hace en toda la plaza y se rompe con la Marcha Real, que interpreta la banda de cornetas y tambores Nuestra Señora del Rosario, de Cádiz. Pausada. Sonora. Aplausos ante el paso de misterio. Jesús ya porta con su condena a muerte decretada por Pilatos. Lo asume y enfila su camino hacia la calle Gondomar, pero una lluvia de pétalos en San Felipe hace que se detenga, al igual que la saeta que una mujer canta desde un balcón. Silencio y más silencio. Aplausos y más aplausos. El paso de misterio comienza su camino por esas calles tan estrechas de la Judería, que de nuevo le llevarán a la Catedral. Todas las caras se vuelven a su paso, todas y cada una. Nadie se queda atrás. Ni los más rezagados. Cualquier sitio es bueno para contemplar la escena, cualquier lugar que se encuentra es mejor que el de antes. Los jóvenes miran con asombro la salida, con admiración y también con cierta envidia sana, de esa que se intenta curar con el paso de los años y que tiene remedio cuando se cambia de sitio y se pasa a ser cofrade.

Un nazareno reparte estampas con la plegaria por la vida humana naciente. La hermandad de la Sentencia rinde tributo a la vida durante todo el desfile procesional y estrena un guión por la vida.

Y mientras Jesús asimila su sentencia, ese final al que es condenado, en la distancia va María Santísima de Gracia y Amparo, paso que ayer estrenó nuevos candelabros de cola, obra del orfebre local Emilio León Salinas. Un nazareno con un rosario blanco en la mano se persigna al salir. Son muchas las horas que aún restan hasta volver, pero más la ilusión de poder llevar a los titulares a la calle. Antes hay que salir y sortear la puerta para que la Virgen tome la calle. Los varales se mecen y más de uno muestra su extrañeza de que la puerta tenga la dimensión suficiente como para que el paso de palio salga adelante. Y sale bien. Los costaleros, de rodillas, siguen atentos las indicaciones del capataz Luis Miguel Carrión. No faltan los clásicos, como el de "vámonos, poquito a poco", consejos que se escuchan durante todo el trayecto; también a su salida de la Catedral; a su llegada a la calle San Fernando y también a su llegada a Diario de Córdoba, hasta engrandecerse en la carrera oficial, a eso de las 21:30, cuando el cuerpo ya está más que preparado y no quiere acabar, aunque el final está ya más que cerca. Mucho antes, los pétalos caen de nuevo sobre la titular de la Sentencia, pálida por el luto que se aproxima.

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