Prendimiento

El arrojo de la juventud salesiana

  • La procesión, que se retrasó una hora, se puso en la calle bajo una fina llovizna

No importó el cielo grisáceo de la sobremesa ni las primeras gotas de lluvia. La juventud que cada Martes Santo acude a la calle María Auxiliadora para encontrarse con Nuestro Padre Jesús en su Prendimiento cumplió ayer puntual a su cita. La juventud desafió las funestas previsiones del tiempo y volvió a subirse a las verjas del santuario, a arremolinarse contra los muros, a plegarse contra las fachadas, como si no cumplir con este rito vespertino anual hubiera supuesto dejarse vencer por los nubarrones. Hubo un pulso, un desafío, una lucha contrarreloj contra la meteorología oficial, que finalmente quedó vencida por el arrojo salesiano.

Porque lo que ayer ocurrió en el santuario tuvo mucho de gesta, de una cruzada en la que costaleros y penitentes salieron al campo de batalla del mal tiempo sin más armas que la osadía de la juventud. En el patio del colegio salesiano la tarde se vivió con nerviosismo. La junta de gobierno, capitaneada por su hermano mayor, Rafael de la Rosa, agotó dos prórrogas de media hora a la espera de que la llovizna menguara. Y a las 17:48, más de una hora después de lo previsto, la cruz de guía asomó frente a la multitud, que respondió con un sonoro aplauso de ánimo y aliento.

"Tenemos la confianza de que haya una mejoría absoluta y nos aseguran que el riesgo de lluvias es mínimo", explicó el hermano mayor en el patio del colegio, atestado de cientos de jóvenes que en ningún momento habían perdido la ilusión. "Hemos rezado mucho para que todo saliera bien", bromeó uno de los sacerdotes que formaba parte de la comitiva.

En pocos segundos, quedaron formadas las hileras de los penitentes en el patio salesiano, mientras los costaleros recibían las últimas consignas antes de meterse debajo del paso. Los más pequeños del cortejo, ataviados con túnicas azules y portando cestos de caramelos, tardaron poco en rociar las golosinas por el suelo.

El arrojo salesiano puso en la calle el misterio del Prendimiento bajo una fina llovizna. Aunque no importó el mal tiempo. Porque los jóvenes salesianos siguieron arremolinados bajo los paraguas, encaramados a la verja, atentos al avance del paso por la calle María Auxiliadora camino de la Catedral -finalmente, la comitiva no atravesó las obras de la Ribera debido a la suspensión de otras estaciones de penitencia-. Y a las 18:16, la banda de María Inmaculada de Linares interpretó la Marcha real para recibir a Nuestra Señora de la Piedad, que fue saludada por un sonoro aplauso y por una lluvia de pétalos que se posó sobre los paraguas.

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