Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Santas y mártires

Santas y mártires Santas y mártires

Santas y mártires

En realidad, no hemos cambiado tanto. También podemos arrancar afirmando que apenas hemos cambiado. Lo sabemos, lo sabes, tú y yo, lo sabemos todos. Las cosas siguen siendo como siempre han sido, como queremos que sigan siendo. Especifico, como los hombres queremos que sigan siendo. Y levantamos muros, pataleamos, mordemos, utilizamos cualquier estrategia o argucia, da igual, con tal de que la cosa siga siendo como hasta ahora, que es como mejor nos viene y conviene. Lo que me llama la atención es lo rápido que nos adaptamos a los diferentes cambios, a las otras evoluciones, cuando nos interesan, cuando nos benefician, y lo que nos cuesta dar nuestro brazo a torcer, levantar la pierna o pata, cuando esos cambios se refieren a la igualdad de género. Wifi, smartphone, deportes de riesgo, implantes bucales o capilares, libertad de horario de consumo de alcohol, corrección quirúrgica de la vista, videoconsolas de realidad virtual, yo qué sé, siga usted mismo rellenando la lista, que aún quedan mil cosas que aceptamos porque nos benefician, y no nos cuesta nada, absolutamente nada, desdeñar lo pasado, lo de siempre. El peso de la tradición pesa lo que a nosotros nos da la gana, me refiero a los hombres, oiga, les adjudicamos y concedemos el valor que nos interesa en ese momento. La igualdad de género es una "modernidad" que no nos conviene, porque nos obliga a compartir el cortijo, porque nos sitúa en el mismo nivel que las mujeres, a su misma altura, qué barbaridad, ya escucho el eco de los primeros cabreados, apenas a un par de metros, no dispuestos a conceder ni un solo centímetro. La igualdad de género no es más que apostar por una sociedad del cien por cien, de las capacidades, de las ideas, de los talentos, lo que nos beneficiaría a todos y todas, sin excepción, porque haría de la nuestra una sociedad más rica, más sabia, más bonita. Y usted a lo mejor entiende eso, que no es tan difícil de entender, pero es que hay muchos no dispuestos a entender. Todos esos que consideran feminismo como el antónimo de machismo. ¿Qué es un antónimo? Pues eso.

Se acerca el 25 de noviembre, Día Internacional Contra la Violencia de Género, día en el que las cifras nos volverán a demostrar con su frío pragmatismo que mantenemos una sociedad desigual, casi coincidiendo, un año más, con la celebración del Feminario, que organizan esas necesarias "insumisas" capitaneadas por Rafaela Pastor. Esas tías locas, gritan desde el gallinero los de siempre. Han hablado en los pasados días del patriarcado, que no deja de ser ese peso de la tradición al que me refería con anterioridad, y que pesa lo que usted y yo queramos que pese. Hay mucho de ese patriarcado, de ese asfixiante peso de los años, en el juicio de ese terrorífico y repugnante grupo autodenominado Manada -aunque yo sigo manteniendo que piara les define mucho mejor-. Se admite como prueba el informe del seguimiento a la víctima, sí, a la víctima, por parte de un detective privado contratado por la defensa de los acusados. Una argucia judicial o pericial, dicen algunos, una barrabasada, una infamia, digo yo. De nuevo el triunfo del peso de la tradición, del patriarcado o como se quiera llamar. Para que le concedamos a una mujer la distinción de mártir antes debe ostentar la condición de santa, pero santa cumpliendo a rajatabla la definición que hemos establecido. Ejemplares. Me refiero a los tíos, claro, a los hombres, a nosotros.

Aplaudo, y lo aplaudiría fuera cual fuese el color de la opción política, el anuncio de Susana Díaz, condicionando cualquier tipo de relación mercantil de la Junta de Andalucía con aquellos medios de comunicación que en sus páginas aparezcan anuncios de sexo pagado, de prostitución. Por mucho que fuera una sección habitual, tradicional, de casi todos los periódicos, no necesariamente era lógico que sucediera, no podíamos aceptar como normal algo que es simplemente aberrante, porque se había "hecho siempre". Por esa misma lógica, sigamos calvos, y mellados y comunicándonos por señales de humo o mediante palomas mensajeras, por qué solo asumir una parte de la evolución. La que nos interesa, claro. Asumamos, tal y como asumimos para nosotros mismos, y esconda la mano antes de que la piedra le golpee la cabeza, que ni santas ni mártires, tampoco ejemplares, hagamos que ese tiempo maldito se hunda en el olvido del pasado.

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