Juraría que en el manual de Teoría Económica denominado el Castañeda por los pollos de primero y los numerosos repetidores de la materia se diferenciaba entre bienes económicos y bienes naturales. Mientras que, según la Economía –del griego “administración de una casa”, pero “ciencia de la escasez”, al cabo–, los primeros eran escasos y útiles y por tanto valorables; de los segundos nos proveía en abundancia la naturaleza, y por ello no eran económicos: era el caso del agua. ¡Cómo ha cambiado la cosa! Ya en el XVIII, Adam Smith enunciaba la Paradoja del diamante y el agua que, en corto, decía que, aunque el agua es más útil que los diamantes, tiene un valor más bajo. En la última campaña electoral se ha hecho mutis sobre la sequía, la lluvia, el acuífero, el río o el pantano, pero es el agua un problema español crítico. Es el asunto político, ecológico y económico más acuciante, con horizonte temporal más corto. Tomar medidas sobre el uso del agua es urgente. Aunque sea con fórmulas que parezcan anecdóticas, pero que en absoluto lo son, porque la concienciación sobre su consumo y uso empresarial es –es triste– escasa.

Eso ha hecho, nada más llegar, el alcalde de Cádiz, Bruno García. Agradezcamos a las localidades de Cádiz, Almería, Huelva o Málaga que hayan hecho lo propio. ¿A qué esperan las demás? El nuevo regidor ha tomado una medida que parecía de Perogrullo: clausurar las duchas a discreción en cada playa. No se puede dar ducha gratis a diario a todos los bañistas del verano, no se pueden subvencionar millones de litros en dos o tres meses. Se acabó el baño público de agua dulce: démonosla en casa, y la pagamos personalmente. Descorazona ver a jóvenes –es trágica la falta de compromiso en esas edades– abrir el grifo una y otra vez, por gusto y roneo con un amigo, uno frente a otro y cada uno bajo un chorro. ¿Anecdótico? No, como tampoco lo es que haya gente que friega sus butacas ahí, más la tabla del niño, mañana y tarde. O que, cuando no hay cola, se da el flete con champú, gel y hasta mascarilla para el pelo. Tales abusos merecerían multa, días de alejamiento playero y hasta azotes en el trasero. Cuando no hay autocontrol y compromiso, valga la prohibición y el corte (del agua). Sin duda, la mayoría hacía uso de la ducha con prudencia. Pero, dadas las circunstancias, tampoco se puede “abrir el grifo”, es irresponsable. Lo siguiente, cerrar la duchita de los pies. Un poco de cordura. Dejemos de infantilizar a la gente tirando con pólvora del rey. Y de malgastar el diamante de dos moléculas de hidrógeno por cada una de oxígeno.

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