Socialistas andaluces

El decir, de forma clara y contundente, hasta aquí hemos consentido, les devolvería la dignidad perdida

Lasúltimas pérdidas electorales y las otras, no menores, pérdidas morales representadas por los ERE, han dejado descolocados, sin pulso y sin voz a los socialistas andaluces. Durante años fueron unos políticos altivos (como los aceituneros cantados por Miguel Hernández) e hicieron cosas apreciables en beneficio de una Andalucía que arrastraba, cuando llegaron al poder, atrasos casi feudales. Hasta que los corruptos se infiltraron en las poltronas, los socialistas andaluces actuaron como políticos cualificados y gestores eficientes. Pero si de aquella imagen pudo quedar algún rédito, el silencio acomodaticio ante los gravísimos sucesos recientes, promovidos desde la Moncloa, lo ha deshecho. Un silencio que no puede justificarse con la excusa de obediencia debida a la disciplina de partido. A las altivas voces de socialistas andaluces que impulsaron el manifiesto de apoyo a Pedro Sánchez en las últimas elecciones, habría que preguntarles: ¿el hermetismo que ahora guardan es consentidor o vergonzante? ¿Les parece bien que, de nuevo, los herederos supremacistas de aquellos catalanes y vascos que, obtuvieron del gobierno central, en el pasado, un injusto proteccionismo –causa de la obligada emigración de tantos andaluces– muestren, otra vez, sus mismas ambiciones insolidarias con el aplauso y las risas del presidente del Gobierno y máximo representante del partido socialista? Sólo una, dos o tres, voces socialistas se han removido incómodas en sus asientos, aunque sin romper demasiado la compostura. Sin embargo, muchos andaluces piensan que esta sería la ocasión apropiada para comprobar que, a esos socialistas que durante años han gobernado Andalucía, la misión política realizada les ha moralmente marcado. Y que la responsabilidad contraída les obliga a no mirar ahora hacia otro lado. Este gesto: el decir, de forma clara y contundente, hasta aquí hemos consentido el dominio inapelable de Pedro Sánchez, les devolvería no el poder, pero sí la dignidad perdida. Un gesto que también serviría para mostrar que los socialistas andaluces, de ahora, no están ausentes, como lo estuvieron en el pasado, cuando se repartieron prebendas y privilegios entre las regiones españolas. Lo que está, pues, de nuevo en juego no es solo una inaceptable sumisión en el funcionamiento interno del partido socialista, lo trascedente es el papel de subalterno y mero convidado de piedra al que queda reducida, otra vez, Andalucía. Todo ello consentido, desde estas tierras, por los militantes de un partido que tiene entre sus postulados la igualdad de todos los ciudadanos españoles.

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