El Rey

Es una maldición española que la extrema derecha se alíe con la extrema izquierda para destruir lo mejor que tenemos

El rey Felipe VI tiene casi tantos enemigos entre la extrema derecha como entre la extrema izquierda (y en la extrema izquierda, por desgracia, también hay que incluir a la facción más rupestre del PSOE sanchista). Los de extrema izquierda –y los supremacistas étnicos de la extrema derecha nacionalista, incluidos Bildu y ERC– llevan años exhibiendo guillotinas con su cara y burlándose de él de todas las formas posibles (las televisiones autonómicas se dedican a ello con entusiasmo, y encima con nuestro dinero). Pero los de la extrema derecha tampoco se quedan cortos. Estos días, después del discurso de Nochebuena, las redes le han dedicado toda clase de ofensas. Le han llamado Planchabragas, Cornúpeta, Felpudo (este insulto ya es antiguo), Masonazo, Inútil, Calzonazos… y corto porque la lista sería interminable. Es una maldición española que la extrema derecha se alíe con la extrema izquierda para destruir lo mejor que hemos tenido. Pasó durante la Primera República –tan desconocida–, cuando los carlistas se levantaron en armas contra el gobierno republicano justo cuando estallaba la ridícula rebelión cantonal. Y pasó durante la II República –tan mal entendida–, cuando la Revolución de Octubre de 1934 preparó el terreno a la terrible sublevación militar de 1936. Y ahora mismo, por desgracia, está ocurriendo lo mismo con Felipe VI, un personaje que está resistiendo casi en solitario el mayor ataque contra el Estado de derecho que hemos visto en los últimos tiempos (porque ahora el ataque no viene de un gobierno autonómico, sino del Gobierno central coaligado con todos los grupos políticos que quieren dinamitar la Constitución). Malos tiempos, sí señor.

Pero si lo pensamos bien, Felipe VI parece el único político actual –aunque no se trate estrictamente de un político– que posee el carácter, la inteligencia y la visión estratégica que nos hacen falta. Es el único que posee “auctoritas” en medio del reñidero de gallos de nuestra clase política. Y es el único que parece tener una idea clara de lo que quiere. El problema es que está solo, muy solo. No tiene –como sí tiene Pedro Sánchez– a mil discípulos del doctor Goebbels trabajando a destajo en la Moncloa. No tiene medios de comunicación a su servicio ni influencers ni youtubers. En realidad, no tiene a nadie. Pero ahí está. Y suerte que lo tenemos.

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