LA política informativa de las instituciones y de las grandes empresas ha entrado ya en la esfera de lo delirante. Tanto es su afán por protagonizar la tan ansiada foto, que llegan a comportamientos que llaman la atención por atípicos. Todos quieren su minuto de gloria, es lógico, pero para ello no hace falta montar lo que montan: que si convocatorias de prensa que no tienen interés ni para ellos, ocultación de datos públicos hasta esperar el momento oportuno en que sacarlos a la luz para mayor gloria propia o la repetición sistemática de discursos que cualquiera puede recitar en octavas reales. El subdelegado del Gobierno, Jesús María Ruiz, quería darse ayer su baño de flashes con el balance del tráfico en las carreteras de la provincia; un buen tema, de verdad. Pero no contaba con que la Dirección General de Tráfico le iba a reventar 24 horas antes su rueda de prensa. La reacción de Ruiz fue suspenderla. El honor es su divisa.

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