Expectativas. Después, resultados. Si encajan o se superan las expectativas, triunfo. Si no, fracaso. Y, antes, además, estamos nosotros. La expectativa primera es ganar. En esto parece claro que el primer partido será el PP. La segunda es gobernar. Hay dos alternativas. La opción del aspirante socialista pasa por subir de 33, no bajar en todo caso, y sumar con las otras dos opciones a su izquierda más de lo que sume todo el arco a su derecha. Así las cosas, mal asunto para Espadas, no porque el suelo se le vaya a desplomar, lo cual tampoco es del todo improbable, sino porque que salga la cifra en ese lado es poco realista. La expectativa, entonces, en la derrota es solo una triste suerte de perro del hortelano. Cuando gane el PP, aspiran los aspirantes, que sea cortito, para que se tengan que retratar con Vox, aunque eso no sea bueno. El PP será más ganador, y más legítimo, con más opciones de futuro, cuanto menos convierta la victoria que le va a dar el voto moderado, que recibirá prestado, en decepción por incorporar el radicalismo de Vox. Ahí se la juega: en ganar bien, pero, sobre todo, para bien.

A la derecha de Atila, desbocada en el tono, desnortada en el contexto y ausente en la propuesta (vacía, más allá de cuatro espacios comunes machistones, xenófobos, rancios y provincianos), Olona comparte, irónicamente, ilusión con la estrategia perdedora: asumir que el PP gane, pero que no se dispare, para poder juguetear con sus miserias ideológicas en la moqueta institucional. Aunque el incremento sea importante, que igual no tanto, solo depende del PP hacerlo relevante. Y ojalá no.

Marín se iba a 0 desde 21. Hoy no lo aseguraría. Como todo apuntaba a una suerte esquiva, cualquier supervivencia parlamentaria (y, en especial, si son 3) sorprenderá al superar una expectativa fatal. Y, ojo, quién sabe, si los últimos signos en la calle bordean la mayoría absoluta, una suma (difícil, pero no descartable) de 52/53 más 3/2 le darían un valor enorme a esa cosecha ínfima pero esforzada.

En la izquierda más zurda la expectativa es para después. Si hay carambola de gobierno, estarán. Si no, como saben que ocurrirá, persiguen ser la extensión de lo que vaya a ser Sumar. Para sumar, igual no deberían restarse. La campaña ha afinado en esos lares mucha más fuerza de discurso y arrojo en Teresa que en Inma. Inma quiere ser Yolanda. Y Teresa es, ni más ni menos, Teresa. Si yo estuviera en ese campo, apostaría porque la tierra fuera para quien la trabaja, dijera lo que dijera la gente de iglesia.

La idea de una sociedad moderna, suficientemente protegida, económicamente competitiva y equilibrada para ser una razonable opción de vida óptima es lo que guiará mi voto. Quiero que esto funcione y vaya a más, que mi voto cuente para una mayoría clara y útil, que refleje la suma ideal de todos, sin chantaje de los extremos. Esa es mi expectativa. Y no es poco, porque es también una exigencia.

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