Cordobeses en la historia

El alcalde que vislumbró la Córdoba de nuestros días

  • José Cruz-Conde participó activamente en las últimas campañas de África y presidió el primer Ayuntamiento de la dictadura de Primo de Rivera. Propició una expansión urbanística sin precedentes.

Cuando José Cruz Conde nació, el último día de diciembre de 1878, su apellido ya estaba unido al sillón de la Alcaldía cordobesa desde mediados del siglo XIX, siendo el vínculo más directo el de su abuelo materno, Tomás Conde y Luque, primera autoridad de la ciudad en pleno periodo de la Restauración Borbónica, con Alfonso XII.

Antes de 1924, en que fuera nombrado alcalde de la ciudad, aquel comandante de artillería, por cuya campaña en Marruecos obtuvo la Gran Cruz de María Cristina, era casi un desconocido para la mayoría de los cordobeses. Después de 1926, en que deja el cargo para ocupar el de Gobernador Civil de Sevilla, fue nombrado Comisario Regio de la Exposición Iberoamericana del 29 y obtuvo un escaño en la Asamblea Nacional. El nombramiento en la ciudad hispalense levantó polémicas y dimisiones en masa, pero fue todo un éxito, tanto en el evento como en la proyección de una Córdoba casi desconocida, cuyo pabellón tuvo como elementos relevantes la torre de San Nicolás, el patio de los Naranjos y el arte de Inurria o Romero de Torres. Aquella etapa propició el encuentro en Sevilla con Federico García Lorca, según una publicación de Carlos Morla Lynch. El poeta, que dudó en saludarle porque "un partidario tan rotundo de la dictadura no puede armonizar conmigo", acabó confesando: "¡Qué cerca de él me siento y qué lejos de lo que sentía antes de entrar aquí!"

Fue objeto también de interés para historiadores contemporáneos que coinciden en la importancia de su labor en materia urbanística, sin obviar su vertiente política: en 1924 "cuando José Cruz Conde llega al Ayuntamiento, la ciudad es un pueblo que vivía en el atraso y la esterilidad del siglo XIX", dice Juan José Primo Jurado, mientras Luis Palacios Bañuelos apunta a las "numerosas obras públicas que cambiaron la faz de algunas zonas de la cuidad". En este sentido destacó la apertura de la actual calle que lleva su nombre, entre la plaza de las Tendillas y la antigua avenida de Canalejas (Ronda de los Tejares). Ésta, y otras actuaciones similares, no contaron con la anuencia de todos los cordobeses, por decisiones tan polémicas como la demolición del Café Suizo. Aún así, entre abril de 1924 y enero de 1926, se ensancharon y adoquinaron calles y plazas; se creó el Patronato de Turismo, el Servicio de Bomberos o se ampliaron espacios verdes y acometieron obras de alcantarillado y abastecimiento de agua.

El diario de la familia, La Voz, dejó constantes testimonios de las actuaciones y de las ilustres visitas que propicia la estrecha relación del alcalde con el Rey Alfonso XIII y con Primo de Rivera, cuyo partido -Unión Patriótica- tuvo en él su líder local.

Volviendo a Palacios Bañuelos, los Cruz Conde son "los verdaderos protagonistas de la Córdoba primorriverista" y en "un estudio a fondo de su comportamiento político o de sus relaciones afectivas con Primo de Rivera nos permitiría ver, por una parte, la vinculación real entre el régimen y el pueblo y, por otra, seguramente, lograr una buena radiografía de ese neocaciquismo -en este caso de los Cruz Conde- que surgirá en España tras la determinación del Dictador de hacer desaparecer el caciquismo rural". A esta vertiente política hace también referencia Primo Jurado reseñando su amistad con el general Cavalcanti, durante su estancia en Marruecos: "prueba de esa confianza, es que se le eligiera como enlace entre el Gobernador Militar de Zaragoza, el general Sanjurjo, y Primo de Rivera, en Barcelona para preparar el golpe de Estado". Recuerda también su implicación en el de 1936 en que "colaboró activamente", aunque "el estallido de la Guerra Civil le sorprendió en Madrid".

La familia quedó en la Córdoba ocupada por los rebeldes y dominada por el comandante Zurdo, coronel Cascajo y el jefe de orden público, Bruno Ibáñez, siendo los Cruz Conde responsables directos de la destitución de este último, tras numerosas denuncias a Cascajo, a Queipo de Llano (públicamente antes de un parte radiado desde el Hotel Simón) y, por último, al general Cabanillas, ejecutor de la orden. Los hechos, recogidos en el diario de Antonio Cruz Conde, serían ratificados por la carta de un testigo, publicada en abril de 1978, tras la muerte de Rafael. El autor, se define como uno de los "cordobeses que perdimos la guerra" y recuerda que "fue el único cordobés capaz de enfrentarse con el tristemente famoso don Bruno y gritarle: ¡Que estáis haciendo! ¡qué estáis haciendo!" Mientras esto ocurría, las embajadas de Perú, Argentina o la República Dominicana acogían a un José Cruz Conde que no vio el fin de la guerra, pues murió de un infarto, unos meses antes de la derrota definitiva de la II República. Una Córdoba en plena Dictadura, que ya le había declarado Hijo Predilecto, recibió su cuerpo con todos lo honores.

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