Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

Conferencia de Francisco Solano

PURO divertimento positivo, ese parloteo de la estética. Hoy martes, por la noche, a las 20:30, da una conferencia Paco Solano Márquez en la ermita de la Candelaria, enmarcada en el segundo ciclo anual organizado por la Fundación Bodegas Campos. El título, Cómo se divertía el pueblo en verbenas y veladas, tiene un eco antiguo de bondad desplegada en el sol del costumbrismo. Cuando Pío Baroja estuvo en Córdoba acabó seguramente saturado del folclore local, de esa cualidad bandolera y extraña de los contubernios matizados, pero también en Baroja hay costumbrismo como en todo el 98, que es la recreación detallista del tiempo. Necesitamos de ese costumbrismo, aunque muchas veces lo olvidemos. Qué es la poesía no ya de Antonio Machado, sino de un poeta mucho más cercano a nuestros días, como Claudio Rodríguez, sino la interiorización del pueblo en las verbenas y veladas, esa capacidad de auscultación de la verdad humana que se esconde en un vaso de vino o en la cerradura de una puerta. Pienso en José Antonio Labordeta, o en su hermano Miguel, y también en la poesía de Pablo Guerrero, sobre todo en su último libro, Los cielos tan solos, y además en muchas de sus canciones, o incluso en Patxi Andión, de manera distinta, y todo es una acumulación de ritos heredados, en la fiesta y el luto, de nuestro pasado más reciente, pero también de todo lo anterior: la forma de enfrentarnos a la vida, y también de gozar.

La columna viene, en realidad, no sólo para apuntar el tranquilo acontecimiento cultural que supone para la ciudad una conferencia de Francisco Solano Márquez, maestro de periodistas y sabio muy modesto de la tierra pequeña cordobesa, sino como remedio igualmente pequeño por no poder acudir esta noche a escucharle. Puedo imaginar el texto que ha trenzado, esa evocación sentimental de los festejos populares desde los testimonios de Ricardo de Montis, todas las verbenas y veladas durante la primera mitad del siglo veinte y una reflexión más detenida en la de la Virgen de la Fuensanta. Panorama silente, años cincuenta, las peñas recreativas: parte del presente, con su posible brillo y perdición. También es una cosa un poco de medio siglo dar una conferencia, sobre todo ahora, cuando lo que se dan son charlas. La diferencia estriba en la preparación y en el conocimiento: en la charla es posible improvisar, pero en la conferencia no. La conferencia, en sí, es el testimonio de una voz, pero también de un proceso íntimo de estudio y profundización, un rastreo del tiempo y también su medida.

Recuerdo una conversación con Paco Solano, en la que me comentaba cómo de muy pequeño leía en ABC, cada fin de semana, todavía, los artículos de Azorín. Era otro periodismo, y la vida era otra: se daban conferencias, y esperaba la noche.

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