Tacón alto

Victoria Fernández

Contenedores y contenidos

EL colegio Rey Heredia ha sido un contenedor que durante años entrelazó voluntades conformando una realidad social en un barrio cuyas heridas territoriales definieron una sociología y una manera de leer la realidad sociopolítica de la ciudad.

Estos días estamos viendo cómo el contenedor que había sido despojado durante demasiado tiempo del contenido que le dio sentido durante décadas, vuelve a tener vida.

Vivimos en una ciudad acostumbrada a los grandes contenedores de la nada, a las maquetas de sueños que no consiguen sacarnos de una frustración que ya nos aburre. Con esta reivindicación de un espacio de encuentro solidario, no deberíamos dejar de hacer dos reflexiones: una en relación al contenido y otra sobre el contenedor.

Estos tiempos están provocando desequilibrios económicos y emocionales, desafección y desconfianza, y hacen que la existencia de cualquier espacio vacío sea como una bofetada al sentido común. Nadie debería atreverse a cuestionar la necesidad de espacios de solidaridad, de encuentro y de participación, que creen y consoliden el concepto de escuela en su sentido más amplio. Pero ha tenido que ser de nuevo la movilización ciudadana la que ponga en jaque al gobierno municipal y encienda la luz de alarma.

La segunda reflexión es sobre el contenedor: un colegio que debido a su ubicación debía hacerle un huequito a otro equipamiento necesario para la ciudad, no sólo para la presentación de un dossier a la candidatura de la Capitalidad Europea de la Cultura sino para seguir desarrollando un modelo de ciudad que sabe lo que quiere ser y pelea por ello.

El colegio es una parte de lo que debía haber sido "la manzana de las Bellas Artes" de la ciudad, proyecto que lamentablemente está viviendo el sueño de los justos junto a otras ideas y maquetas en algún cajón.

La discusión acerca de qué podríamos hacer para mejorar la gestión de los espacios de la ciudad, la cultura, la participación, la solidaridad y los equilibrios territoriales, no puede celebrarse porque es una discusión de contenidos y, de momento, estamos ocupadísimos con los contenedores, con la publicidad y con el populismo.

Quiero una ciudad con edificios públicos a pleno rendimiento, quiero una ciudad participativa y solidaria y quiero un Museo de Bellas Artes en el sur de la ciudad. ¿Es posible?

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