Toros

El jamón de los taurinos

  • Aburrido festejo con un encierro de Juan Pedro Domecq del que únicamente se estoquearon tres toros, pues los otros tres se devolvieron por inválidos · Dos de los sobreros 'maquillaron' el encierro

Carta abierta datada en Sevilla, a 11 de abril de 2008.

Estimables responsables del negocio taurino, el humilde cronista que les escribe les agradece infinitamente el envío de jamones -calificación con la que el empresario Eduardo Canorea denominó a los toros de Juan Pedro Domecq en rueda de prensa en la presentación de los carteles de la Feria de Abril-. Un envío de jamones por partida doble y hasta triple, si se tiene en cuenta que la corrida de Parladé también es del mismo encaste y familia y que iban a ser un premio para la afición de Sevilla y muy del agrado de los toreros. En el menú de ayer, con bastante falta de imaginación, también se sumaron otros tres productos, con distinto hierro, dos de ellos con sangre Núñez, que maquillaron algo el petardo ganadero. De la afición de Sevilla ha quedado patente, por las protestas a los toros y las increpaciones al empresario -que no reproducimos por educación-, que éste no es el tipo de jamón que quiere, y de los toreros habría que preguntarles.

En cualquier caso, en la última remesa enviada, quedó constancia de que los miles de comensales que abarrotaban la Maestranza no quedaron satisfechos. Parece ser que prefieren una buena paletilla de pata negra, veteada, con su correspondiente tocino, más o menos como la del otro día, con marchamo Victorino, paleta de paleto de Galapagar, que dicen que es más nutritiva y que levanta a un muerto. Porque el personal amenazaba ayer a la salida con no volver a darse un atracón de jamón, etiqueta Domecq. Más o menos como ha pasado con las preciosas almohadillas diseñadas por Victorio y Luchino, que destiñeron cientos de pantalones y la Cruz Roja las ha tenido que enviar a Barcelona, de donde procedían. Y es que, respetables taurinos, la fachada y las renombradas firmas no lo son todo, de verdad...

El festejo, que más que festejo resultó un tostón de casi tres horas, estuvo marcado por la invalidez y las devoluciones, hasta el punto de que el público, con reiteradas protestas y hasta palmas de tango, dio como triunfador -¡cómo sería la cosa!- al cabestrero. ¡Manda... bemoles!, que diría el otro. Se supone que una corrida que se lidia en la Feria de Abril ha pasado varios filtros: veedores de toreros, de la empresa, presidente (o presidenta en este caso) y veterinarios. Lamentable.

Curro Díaz, con el que abrió plaza, estuvo algo envarado con la capa, en lances a la verónica en los que voló bien, aunque con algo de ligereza, el percal. Luego, cuajó lo mejor con el capote en un quite por delantales ceñido y con fibra, que remató con una bonita media. Con la muleta estuvo algo rápido y no llegó a acoplarse. Con el violento cuarto sufrió un serio revolcón. El toro estuvo a punto de empitonarle. Afortunadamente todo quedó en susto. El linarense, con un toro sin clase, no tuvo opción al lucimiento.

El Cid, cuyos apoderados -Manuel Tornay y Santiago Ellauri son veedores de la empresa- consiguió lo más destacable de la tarde en una tanda con la izquierda, con temple y sentida. Luego, con la música sonando por primera y única vez en una faena, todo se desinfló cuando el astado se rajó. No acertó con la espada y todo quedó en una ovación. Con el quinto comenzó bien con la diestra hasta que el animal dijo que nones.

Miguel Ángel Perera lo pasó mal con un toro mirón, violento, al que no se impuso, y que acabó siendo peligroso. Con el muy deslucido sexto, intentó justificarse cuando parte del público increpaba al empresario.

El espectáculo tuvo tan escaso contenido artístico, que el minuto de oro, los momentos de gloria, fueron increíblemente para el cabestrero de la plaza, que tuvo trabajo a destajo y se infló de dar capotazos, chaquetilla en mano y desde el callejón, a los toros devueltos, intentando hacer el trabajo que no realizaba con eficacia la parada de cabestros...

Por todo lo relatado en la carta abierta que les dirijo, señores taurinos, les ruego que en sucesivas ediciones no nos den tanto jamón, para evitar deserciones. Que está comprobado que con simples paletillas de pata negra, tipo paleto de Galapagar o similares nos daremos por satisfechos.

Agradeciéndoles de antemano su atención, se despide cordialmente quien suscribe la crónica.

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