la misericordia

Una oración hacia el cielo

  • Con la luz del día presente, la hermandad de San Pedro avanza hacia la Catedral por la Corredera y las calles de la Espartería

Con la luz del día muy presente aún en los aledaños de la basílica de San Pedro, los fieles se fueron agolpando a la puerta del templo fernandino para captar la mejor instantánea. Entre la algarabía de la juventud y la experiencia de los más mayores, la plaza se quedó pequeña para unos devotos que no querían perderse la salida de la Hermandad de la Misericordia.

Con la llegada de la Banda del Caído y Fuensanta a una abarrotada plaza, la presencia de la cruz de guía era cuestión de minutos. Todos los ojos estaban puestos en el templo de San Pedro, que abrió su portón de forma puntual. La cruz de guía inició el cortejo de nazarenos con túnica y cubrerrostro blanco y fajín morado. Los más pequeños pedían cera y se abstraían de la salida del Crucificado. Con el Señor ya en las calles de la ciudad llegó la primera saeta. Una oración hacia el cielo azul de Córdoba. Luego llegó la primera marcha hacia el Cristo de la Misericordia antes de adentrarse en la estrechez de la calle Escultor Juan de Mena. A ritmo de palilleras, los costaleros solventaron la dificultad de la vía que desemboca en la plaza de la Almagra y del Socorro. Tras avanzar por la Corredera, al contrario de lo habitual -que siempre ha sido de vuelta a casa-, la hermandad de San Pedro estrenó su paso por calles como Tundidores o Fernando Colón. El paso por la Espartería hacia el Compás de San Francisco dejó bellas estampas. Si la salida de la basílica del Crucificado es ardua, la de Nuestra Señora de las Lágrimas en su Desamparo no lo es menos. El equipo de Enrique Garrido guía a unos valientes costaleros que consiguen salvar el escollo de la salida y de las estrecheces de las calles de la Ajerquía. Con la restauración y dorado de los pasos de palio, como gran estreno, la Virgen fue siguiendo los pasos de su hijo hacia la Catedral. Con una marcha elegante y al ritmo de los sones de la banda cordobesa de la Esperanza, la Dolorosa caminó con paso firme y sin estridencias.

El fervor de los devotos por el Señor y su Madre se descubre en sus miradas, con sus rezos y sus lágrimas, muy patentes durante todo el recorrido de la Hermandad de la Misericordia hacia la Catedral y sobre todo de vuelta a San Pedro. El regreso por Lucano o Don Rodrigo antes de adentrarse en una abarrotada plaza, en la que el Señor se despidió entre saetas y los últimos sones de Caído y Fuensanta. Tras Él llegó la Virgen de las Lágrimas en su Desamparo. También hubo saetas y oraciones hacia el cielo, un cielo azul y cargado de luz por la belleza que otorgaba a la noche la luna llena.

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