EL Partido Popular y Alberto Núñez Feijóo pueden respirar aliviados. La formación conservadora mantiene la mayoría absoluta tras una campaña mal planteada en la que las expectativas de los populares fueron de más a menos. Los resultados, que confirman la hegemonía política del PP en Galicia, refuerzan la posición del presidente nacional y descartan cualquier discusión interna sobre su liderazgo, que habría estado comprometido si el candidato Alfonso Rueda se hubiera visto apeado de la presidencia de la comunidad. En un movimiento arriesgado, Feijóo planteó estas elecciones en clave nacional, como una prueba que sirviera para afianzarlo a él, tras su investidura fracasada, y confirmara el deterioro de la imagen de Pedro Sánchez como consecuencia de sus pactos con los separatistas catalanes. Desde ese punto de vista, los objetivos están cumplidos. Los socialistas gallegos se pegaron el batacazo de la noche. La pérdida de cinco escaños sitúa a la formación que gobierna en España al borde de la irrelevancia política en una comunidad de la importancia de Galicia. A ello hay que sumar el fracaso de Sumar, que ni tan siquiera logra entrar en el Parlamento en la comunidad de origen de Yolanda Díaz. El voto de izquierda se ha concentrado en el Bloque Nacionalista que la logrado fortalecerse gracias al liderazgo eficaz de Ana Pontón, que ofrece un perfil alejado de los extremismos de Junts o Bildu y que fue la candidata más pegada a los problemas de Galicia. También hay que anotar el fracaso del populismo de Vox, que se queda fuera de la Cámara. La transversalidad del PP en la derecha gallega no ha dejado espacio a los de Abascal. Los resultados de este domingo, además de alejar cualquier sombra sobre el futuro inmediato de Alberto Núñez Feijóo, vuelven a demostrar que, como en los tiempos de Manuel Fraga, en Galicia el PP es el partido que se confunde con el paisaje. Exactamente igual que lo fueron los socialistas en Andalucía durante casi cuatro décadas.