Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

¿Los límites? ‘Pa’ ti

Cualquier fiesta es cada día más igual a la otra: se impone el desfase y la melopea callejera

No sé por dónde irá la pedagogía, pero hubo un tiempo en que el asunto eran los límites en la crianza. Aunque recuerdo otra tendencia, sociolibertaria y ajena a los demás, una pedagogía de burbuja cuyos creyentes, obsesionados con sus criaturas –únicas entre otras, que eran sólo sombras ignoradas–, abominaba de trabas y normas. Viendo los restos de un macrobotellón, uno entre otros a lo largo de días adobados etílicamente en una fiesta popular histórica –da igual cuál, y ese es el asunto–, me dije que habían vencido las fuerzas del flower power (versión “hasta las manillas”). En realidad, han ganado la mala educación y la ausencia de prevención y represión por saltarse, lo dicho, las normas. También gana la creencia de que las fiestas locales son una economía fundamental, cuando lo que van siendo es droga para ayuntamientos. Sucede en esto como con el turismo o el vino: en su justa medida es gloria; más allá hay monstruos.

Poner límites a los niños desde que daban los primeros pasos se tenía por el principio cero para que fueran desarrollando el autocontrol, la responsabilidad o el respeto hacia los demás. Pero algo ha fallado en una sociedad opulenta o cuando menos provisora de toda necesidad básica, y de muchas superfluas. Cualquier fiesta es cada día más igual a la otra: se impone el desfase y la melopea callejera, el ruido a todo lo que dé, la basura consentida y casi solicitada por los servicios de limpieza, que no dan abasto, como la Policía. A ciertas horas, no hay límite, compórtese como un vándalo, un walking dead y como un cochino con DNI. Dan igual los Sanfermines, las ferias o los carnavales: cuando cae la noche, plástico, vidrio y orines. Antes, en los bares, a los camareros que les den fuerte y flojo. Los límites, para el que sirve, pa ti. Yo, a divertirme.

Contra la falacia del “derecho a divertirse”, y contra del “derecho” a señalar los votos hasta tu domicilio. Anteayer hubo elecciones, y una noticia ya habitual tras los recuentos emerge y nos recuerda que los límites se van dinamitando con las tecnologías totalitarias (todo lo que no tiene límites tiende al totalitarismo, ya lo vemos). Reza así: “Descubre qué ha votado tu vecino: descubre quién ha ganado calle a calle”. Podríamos pedir a la IA una normativa que nos defienda de esta nueva forma gráfica de identificar rojos o azules, patriotas o españolistas; dónde vive la fachosfera y dónde los ingredientes de las albóndigas hechas de izquierda sin ancla y de nacionalismos divorcistas. Que nos defienda la robótica; nosotros somos como niños y no sabemos darnos límites.

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