Un honor

Celebramos la investidura de Víctor J. Vázquez como nuevo caballero de la Orden de la Solear

En pocos días se hablará de su esperado nuevo libro, La libertad del artista, esclarecedor y brillante análisis de una cuestión –Censuras, límites y cancelaciones, según anuncia el subtítulo– que apunta al centro de uno de los debates fundamentales de nuestro tiempo, pero antes querríamos celebrar el ingreso de Víctor J. Vázquez, compañero de estas páginas, en la sanluqueña Orden de la Solear, apadrinado por el caballero Luis Sánchez-Moliní que hace unos años –también bajo la sabia presidencia de José Jurado Morales, con el maestro Alberto González Troyano como muñidor en la sombra– tuvo el privilegio de adherirse a la selecta cofradía de Barbadillo, investido por la prodigiosa mano de la pintora Carmen Laffón. Nombres todos muy queridos y admirados, aún desde la marginalidad a la que nos condena la plebeya e impenitente afición a la cerveza, no incompatible con el disfrute de los generosos vinos del marco –negarlos sería blasfemia– pero poco prestigiada entre los devotos de la manzanilla. Como nadie es perfecto, el profesor Vázquez, constitucionalista especializado en las complejas disyuntivas asociadas a la libertad de expresión, galán cinematográfico y arrojado taurómano con alma de pugilista, tiene una comprensión acaso excesiva de las aspiraciones regionales, para decirlo sin mentar la bicha, pero hay que reconocer que su bien modulado discurso de ingreso, breve y españolísimo, fue impecable en lo formal y emocionante en el fondo, hasta donde puede emocionar un nativo de Valladolid. Como hay andaluces profesionales, los hay también de elección, y es evidente que en su caso, ciertamente ejemplar, el recio castellano se ha beneficiado de la maravillosa influencia de la doctora Rivero, a quien rindió justo homenaje. Ya hemos hablado otras veces del lugar que ocupa en el imaginario del Mediodía –y en la memoria sentimental de las gentes bajoandaluzas– el bello entorno de la desembocadura, un enclave sagrado cuyos templos son, naturalmente, las bodegas, sin olvidar la hospitalaria red de tabernas que cumplen la función de capillas o iglesucas. Para el buen peregrino, tanto más en ocasión festiva, la media mañana es hora no razonable, sino límite en lo referido al alegre cumplimiento de los oficios. Menguada pero entusiasta, la expedición acompañaba al más joven de la cuadrilla y se sentía tan honrada como él por el reconocimiento, en uno de esos días que invitan a pensar, como escribió su paisano, que el mundo está bien hecho. Sabemos que vendrán otros honores, pero pocos como la venencia de la Orden, con lo que conlleva de fe vitalista y celebración de la amistad, serán tan apropiados para el nuevo caballero.

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