Sherwood

La leyenda de Robin y sus bandidos reidores es parte fundamental del mito de la ‘Merry Old England’

Del mismo modo que los libros en los que recontó los hechos del rey Arturo y sus nobles caballeros, las hazañas de los héroes de la mitología griega o la historia fundacional de Troya, Las aventuras de Robin Hood de Roger Lancelyn Green, también disponible en Siruela, es una reelaboración que no tiene el prestigio de lo antiguo, pero el talento narrativo del discípulo de C.S. Lewis –y miembro como su maestro del círculo oxoniense de los Inklings, al que pertenecieron Tolkien y otros académicos y escritores fascinados por los relatos tradicionales y la literatura fantástica– la ha convertido en un clásico que rivaliza con sus fuentes e incluso las supera, al proponer una visión de conjunto de todas ellas. Gracias a las numerosas versiones que la historia del “príncipe de los ladrones” ha suscitado desde su primera formulación en los romances medievales, cualquiera tiene una idea aproximada de su contenido, con el que nos han familiarizado también el cine, los tebeos o los dibujos animados, pero merece la pena acercarse a estas páginas donde Lancelyn Green logra recrear el encanto de unos personajes –el arrojado Little John, la bella y valerosa Marian, el joven Scarlet o el incontinente fraile Tuck son tan atractivos como el propio Robin– que han desafiado el paso de las edades y nos siguen acompañando como viejos amigos. En el informado preámbulo, el sabio adaptador enumera las obras que han transmitido sus evoluciones y peripecias a lo largo de los siglos, desde los toscos versos originales hasta el gran poema de Alfred Noyes, ya en el siglo XX, debidas a Anthony Munday, Robert Greene, Ben Jonson, Walter Scott –en su célebre novela Ivanhoe, decisiva en la conformación del imaginario moderno de las aventuras, que presentan notables variantes– o Thomas Love Peacock, rendido admirador de la doncella proscrita. En el pequeño mundo de Nottinghamshire, desde una maravillosa ingenuidad que no parece compatible con la demagogia populista, Robin habría sido un “espíritu benigno” que procuró remediar los abusos y desmanes de la tiranía, pero sobre todo encarnó un carácter despreocupado y alegre, incapacitado para el rencor. Como los cuentos de hadas o las historias del ciclo artúrico, la leyenda del infalible arquero y sus bandidos reidores es parte fundamental del mito de la Merry Old England, nacida de la nostalgia por un pasado idealizado –los buenos viejos tiempos anteriores a la industrialización– que ha dejado su huella en un repertorio intemporal, permanentemente revisitado. Cualquier momento es bueno para perderse, de la mano de los audaces foresters, como los llamara Tennyson, en el milenario bosque de Sherwood.

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